En la fiesta, celebrada en las calles del pueblo de Buñol, en Valencia, seis camiones que circularon entre los asistentes, en su mayoría extranjeros, repartieron 160 toneladas de tomates para la batalla de una hora entre unos 20 mil participantes, muchos de ellos extranjeros.
Para evitar lesiones, se instruye a la gente que estrujan los tomates antes de tirarlos.
Gente que miraban la festividad desde sus balcones también fueron alcanzados por tomates.
Cuando los camiones llegaron a las calles, la gente comenzó a corear: “¡Tomate!, ¡Tomate!”.
Luego de la “Tomatina”, los participantes —muchos con gafas de buceo para protegerse los ojos— y las calles de la localidad quedaron cubiertos de pulpa roja.
El fotógrafo canadiense David Trattlas dijo que era la decimoquinta vez que participaba en el festival.
“La última semana de cada agosto es la mejor semana del año, la semana más social del año. No imagino donde más podría estar, excepto aquí, en este pueblo, con este grupo de gente”, dijo.
Los organizadores comenzaron a limpiar el recorrido con mangueras minutos después del mediodía, cuando terminó la fiesta.
Los participantes pueden emplear duchas públicas para asearse.