Revista D

Marva: historia de una reina

Un accidente hace ocho años cambió la vida de la Miss Guatemala 2004, quien asegura que, aunque suene a cliché, la belleza está en el interior de las personas.

La Miss Guatemala 2004 trabaja ahora para una ONG que se dedica al medioambiente. (Foto Prensa Libre: Edwin Bercián)

La Miss Guatemala 2004 trabaja ahora para una ONG que se dedica al medioambiente. (Foto Prensa Libre: Edwin Bercián)

Eran cerca de las 15 horas del 31 de agosto del 2006. Llovía torrencialmente. Marva Weatherborn se dirigía de Puerto Barrios, Izabal, a la capital, en su vehículo, cuando de pronto observó un tráiler que venía de frente en el mismo carril en el que ella transitaba. Ya no tuvo tiempo de maniobrar. De lo que sucedió después no recuerda nada. Cree haber escuchado la voz de su madre cuando estuvo en el hospital.

Han pasado casi ocho años de esa fatídica tarde. Ahora Marva es la vocera de la Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación (Fundaeco).

Sus ojos, como una noche de verano, son del mismo color que su cabello que lleva recogido en trencillas. En el momento de esta conversación, luce un diminuto vestido que deja ver sus piernas semejantes a dos columnas de ébano. En una de ellas los médicos debieron implantar tornillos para devolverle la movilidad.

Ella no teme mostrar las heridas. “Son cicatrices de una batalla de la que salí vencedora”, afirma. Cuando ocurrió el accidente era promotora del Instituto Guatemalteco de Turismo. Dos años antes, en el 2004, había sido electa Miss Guatemala; los contratos para modelar, conducir eventos de belleza y las entrevistas mantenían saturada su agenda. Atrás había quedado la simpática recepcionista bancaria del pueblo que todos recordaban.

“Mi hermana mayor es blanca y era la favorita de mis abuelos, mientras que a mí siempre me hicieron de menos por ser negra. ¡Nunca entendí eso!”

De Jamaica a Guatemala

Los abuelos y el padre de Marva llegaron a Izabal en un barco de la United Fruit Company procedente de Jamaica. La familia de su madre también había emigrado de El Salvador para trabajar en la bananera. Pese a la oposición de la familia, Rufus y Zoila Serrano se casaron.

“He sido víctima de discriminación en mi propia familia ¡Puedes creerlo!” exclama. “Mi hermana mayor es blanca y era la favorita de mis abuelos, mientras que a mí siempre me hicieron de menos por ser negra. ¡Nunca entendí eso!”, se cuestiona, entre risas.

Pero a Marva —la segunda de tres hermanas— no le preocupaba eso, porque en compensación era la predilecta de su padre. “Aquel grandote jamaiquino”, como ella describe a quien solía trasladarla en la parrilla de su bicicleta. Durante uno de esos viajes tropezaron y rodaron por el suelo, él no pudo contener las lágrimas y le pidió perdón porque creyó que la había lastimado. A los 43 años, un infarto le arrebató la vida a Rufus.

“De repente estaba sola, al menos así lo sentí. Además de mi familia, los amigos que me acompañaron en esos momentos los puedo contar con los dedos de mi mano derecha”.

Para salir avante con sus tres hijas, Zoila solucionó sus penurias económicas vendiendo “joyas, perfumes y sartenes. Nunca la vi desanimarse”, recuerda.

A los 17 años migró a la capital. Obtuvo sus primeros contratos como modelo, aprendió a bordar los vestidos con los que concursaba con la asesoría del modisto Édgar Valdez. Parecía ser el comienzo de un mundo glamuroso y perfecto.

Aquel día lluvioso del 2006, sin embargo, le dio un giro de 180 grados a su vida. Durante un año Marva no pudo caminar. Su recuperación física fue lenta y dolorosa. “Pasé seis meses con las cortinas cerradas y las luces apagadas”, cuenta. Mientras evoca esos momentos cierra sus ojos, inclina ligeramente la cabeza hacia atrás, los abre y un par de lágrimas empiezan a correr su rímel.

“De repente estaba sola, al menos así lo sentí. Además de mi familia, los amigos que me acompañaron en esos momentos los puedo contar con los dedos de mi mano derecha”. Durante más de un año la Miss Guatemala 2004 recibió terapia psicológica.

Paulatinamente se recuperó. Recibió propuestas para hacer pequeños papeles en el cine y en el teatro. Desde hace tres años es la vocera de Fundaeco y la encargada de proyectos que buscan el empoderamiento de las mujeres de Izabal, también estudia Relaciones Internacionales en la Universidad Galileo. No descarta que dentro de un tiempo prudencial busque ser la alcaldesa de Puerto Barrios.

Está convencida de que el impulso de proyectos turísticos en Sierra Caral, Punta de Palma y Las Escobas, por ejemplo, van a cambiar el nivel de vida de los pobladores.

“No quiero saber nada de concursos de belleza. Aprendí que todo se acaba. ¡La belleza está en el interior y lo único que queda es la esencia de quien eres!”.

“Mi padre solía sentarme en sus piernas por las noches, señalaba la estrella más lejana y me decía: ¿Ves esa estrella? ¡Así brillarás!”.

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