Algunas definiciones útiles

Varias fuentes identifican el primer uso del término en 1819, “gobierno por una clase de ladrones”, refiriéndose a España.

Estrictamente hablando, la cleptocracia no es un sistema de gobierno, sino una característica de un sistema dado, en el que “los funcionarios y élites en general persiguen el poder y la riqueza a expensas de la población”. Es decir, la cleptocracia puede surgir en cualquiera de los cinco tipos de regímenes que discute el filósofo griego Platón: aristocracia, timocracia, oligarquía —plutocracia—, democracia y tiranía.

Una fuente señala que “la cleptocracia se da generalmente en dictaduras, plutocracias, oclocracias o en una cierta forma de gobiernos autocráticos, puesto que en la democracia verdadera se hace más difícil encubrirla”. La observación y estudio de la historia hace difícil sostener este razonamiento: la democracia representativa de mayorías simples no parece ofrecer mayor inmunidad contra la cleptocracia. Por el contrario, la alternabilidad en el poder y la no-reelección más bien parecen acelerar la voracidad de la clase política que temporalmente encabeza un gobierno.

Las mieles del poder duran poco y exigen la extracción pronta y de alto valor. Las economías de los regímenes cleptocráticos “tienden a decaer constantemente, pues la corrupción sistemática engendrada por el gobierno significa que la economía está subordinada a los intereses de los cleptócratas”.  

Actividades propias de la cleptocracia son  la corrupción, el peculado, malversación y el clientelismo político. En la discusión filosófica, teológica o moral, la corrupción es la impureza espiritual o moral, o la desviación de un ideal. Pero en el contexto que nos acomete, la corrupción ocurre cuando un funcionario o empleado público actúa en su capacidad oficial para beneficio o ganancia propia.

El peculado es un delito que consiste en “el hurto de caudales del erario, cometido por aquel a quien está confiada su administración”. La malversación es aquel delito “que cometen las autoridades o funcionarios que sustraen o consienten que un tercero sustraiga caudales o efectos públicos que tienen a su cargo”. Por otra parte,  el clientelismo político “se representa por las redes clientelares que se benefician por adquirir y percibir bienes y servicios a cambio de lealtades políticas, respaldo político, apoyo político y votos”. Cualquier parecido o similitud con alguna realidad, es pura casualidad.

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ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).