Estadísticas y minería

que diariamente utilizan con profusión. No se puede rechazar el robo y robar; la droga, y consumirla, o el crimen, y cometerlo. La vida debe ser coherencia del pensar con el actuar, y esa premisa —ausente en el estudio— hace concluir que hay otros análisis más allá de los números. Entonces, ¿cómo interpretarlo?

En el país hay un ambiente de rechazo a la minería promovido en ciertos medios o por determinadas personas o colectivos, y ello impacta en los encuestados que contestan sin reflexión previa y sin advertir que casi todo cuanto utilizan a diario contiene minerales. No se puede comprar un anillo de oro para un casamiento y rechazar la explotación minera; gustar de la luz eléctrica y no aprobar la obtención de cobre. Más que incoherencia —que lo es— se denominaría falta de sensatez o incluso estupidez humana, que pareciera que también lo es.

Ese contrasentido invita a meditar sobre cómo se manipula la opinión pública, particularmente la de los jóvenes. Bajo premisas falsas o verdades a medias —mucho peores— se construyen ideas-fuerza que permean la mente de muchos sin cuestionar, comparar o contrastar lo que dicen con lo que hacen, y terminan aceptando postulados inconsistentes, más viscerales que racionales y repetidos por doquier. De acuerdo con que cualquier actividad se haga dentro de parámetros que respeten derechos de otros: no contaminación, no expoliación, no invasión de propiedad ajena, etc., pero en absoluto desacuerdo que se presenten discursos promotores de inconsistencia y, lo más lamentable, que el joven los asuma sin darse cuenta de ello.

Quienes llevan a cabo encuestas posiblemente realicen preguntas poco meditadas o incluso manipuladas. No es lo mismo preguntar simplemente si se está de acuerdo con la explotación minera, que agregar cuál sería la solución que propone y si está dispuesto a renunciar a los bienes que contengan mineral, por poner un ejemplo. Condenar la matanza de animales para hacer abrigos mientras cubre los hombros con un hermoso tocado de piel de zorro o estar contra el crimen, pero dispuesto a asesinar o robar, supera el límite de lo mínimamente racional. De igual manera, estar contra la industria minera pero no renunciar al uso de lo que está hecho con metal o desear joyas de diamantes con platino parece una contradicción de tal calibre que es preciso revisar los textos que se enseñan en colegios y universidades sobre lógica, pero también sobre análisis critico, debate, discusión y coherencia.

Tenemos que avanzar como país, pero hay sustanciales deficiencias por corregir. La capacidad de comprender y analizar una pregunta o una propuesta; el discernimiento como elemento separador de lo manipulador respecto de lo vinculante; el fomento de la crítica constructiva y no de los mensajes emotivos que obnubilan la razón y cuestiones similares, son asignaturas pendientes por desarrollar en centros educativos, pero también en la familia y en grupos de amigos.

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ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.