¿Es Guatemala posible?

|

Vivir en Guatemala no es sencillo, a menos que uno esté dispuesto a ser parte del modelo, cómplice silencioso del mismo, extranjero en su propio país, o artífice junto a otros de mejores formas de vivir en sociedad. La realidad cotidiana le cruza a uno el cuerpo aunque se quiera vivir en paz, porque por todos lados aparecen la violencia y la inseguridad. Hurgando en la coyuntura, que trasciende por mucho el juicio de genocidio contra Ríos Montt, ya no se vale decir que estamos en crisis, porque llevamos décadas así. Ya lo probamos una y otra vez: no es cambiando de actores políticos cada cuatro años como cambia Guatemala.

Es este modelo de Estado el que no funciona. Que conste que no hablo de Estado fallido, porque para unos pocos sí ha funcionado y sigue funcionando de maravilla. La prueba está en el juicio por genocidio, que arrodilló a la justicia a pedido de los poderes fácticos de este país. Son precisamente hechos como este los que confirman que este modelo de Estado y el sistema que lo sostiene ya no nos sirven. Está claro que en un territorio donde uno de cada dos niños y niñas menores de 5 años padecen desnutrición crónica, la mayoría de ellos indígenas, no podemos hablar de una misma ciudadanía, de una misma humanidad o dignidad para todos y todas.

La dignidad no es un discurso sino una forma de vivir. Por eso, el modelo que quisiera ver naufragar es ese que pide aún una Guatemala para los indígenas, otra para los criollos y otra para el resto de mestizos. El modelo de la colonización renovada basada en el despojo, la expropiación, la encomienda, la corrupción y la impunidad. Un modelo de Estado terrorista adelgazado a propósito, que no ha podido llegar con comida, trabajo, educación, salud, justicia, seguridad y desarrollo a las inmensas mayorías. Ese modelito es el que ya no va.

Estado, país y modelo son abstracciones, a menos que las entendamos desde la relación que establecen entre sí las instituciones y personas que les dan contenido. Por ejemplo, es indispensable reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos en Guatemala, pero es en el mismo Congreso de la República donde se ha entrampado por años, a conveniencia de una clase política corrompida y corrupta. Un serio problema de Estado en manos de funcionarios con mucho poder que se resisten, por conveniencia, a que el modelo cambie. Un modelo sin reglas claras, que termina confirmando que lo personal y sectorial es político.

Dijo Saramago que hay dos grandes potencias: Estados Unidos y tú. Ese “tú”, hace referencia a un yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros, ustedes y ellos, potencias posibles para el cambio. Poco a poco, con menos hambre y más paz, con más educación y más conciencia, con más salud y más redes, a lo mejor sea posible.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.