Mindy, Cristina, y…

|

Con semejantes niveles de violencia, se suele pensar que todos los crímenes son producto del tráfico de drogas y de la violencia común, y probablemente, muchos lo sean. Sin embargo, como también ocurre en Guatemala, la mayoría de los asesinatos de mujeres son crímenes de odio y están ligados a esa cultura machista tan enraizada en la sociedad —sin distinción de clase o posición económica— que nos mete en la cabeza a los hombres y a las mujeres, que nosotras somos objetos en propiedad de un varón y que eso les da derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, mentes y acciones.

El creer que les “pertenecemos” ha llevado a que la violencia contra las mujeres se vea como natural y se justifique. Con frecuencia escuchamos a policías, médicos e incluso a jueces, sicólogos y periodistas expresar con ligereza “la mató por celos”,  o “¿quién la manda a vestirse así?”. En el caso de Sofía Trinidad,  un “experto” aseguró que “nada habría pasado si ella no se pone a bailar con otro”, como excusando la conducta del agresor y responsabilizando a la víctima de su asesinato.

En Honduras, durante el 2012, 606 mujeres fueron asesinadas, y en lo que va de 2014 van 328. En Guatemala, entre enero y octubre han muerto violentamente 602 mujeres, solo en octubre mataron a 67 guatemaltecas.

No es fácil desmontar esta histórica construcción social que coloca a los hombres en posiciones de poder y control y a las mujeres en los espacios privados, de sumisión y silencio. Los estereotipos y roles que nos han asignado hacen complicado romper los círculos de la violencia y construir relaciones de respeto, basadas en la igualdad. Sobre todo cuando en la vida cotidiana de las familias, la escuela, las iglesias, el trabajo o los espacios públicos se reproducen las desigualdades y se ejerce el poder con violencia, incluso en el lenguaje.

Hoy, 25 de noviembre, Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, nos encuentra nuevamente como país en trapos de cucaracha. No solamente se continúa asesinando a las mujeres, sino también se las viola y se las maltrata. El caso de una bebé de 2 años ultrajada y de pequeñas de 10 embarazadas, nos hablan de la dimensión de este flagelo que no puede esperar más para ser erradicado. Y eso pasa por la aplicación de la justicia y por desmontar esta cultura machista y patriarcal que hemos mamado. ¿Cuántas muertas más se necesitan para hacernos reaccionar?

ESCRITO POR:

Marielos Monzón

Periodista y comunicadora social. Conductora de radio y televisión. Coordinadora general de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP). Fundadora de la Red Centroamericana de Periodistas e integrante del colectivo No Nos Callarán.