Noche buena

Ileana Alamilla

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Pero, de nuevo, muchísimos, los mismos que se acostarán con un poco o mucha hambre, tampoco tendrán regalos.

Sin mayores preocupaciones están los primeros y con algunas los segundos, los terceros son los de siempre. Es muy cruel e inhumano saber que hay demasiados que no tienen ninguna posibilidad de celebrar, ni siquiera de vivir con dignidad.

Esta es una noche de paz y amor. Celebramos el nacimiento de un niño que nació en la pobreza, perseguido por los poderosos y, además, condenado a morir dentro de poco, por revoltoso, rebelde, tal vez hasta extremista, ya que querrá cambiar el mundo, ese mensaje que se sustituye por otros que nada tienen que ver con sus parábolas e intenciones por las que lo crucificaron.

A ese niño nacido en la pobreza, que tuvo a su lado el calor de nobles animales con quienes comparte su mísero pesebre, lo podremos ver mañana puesto en los nacimientos, pero enterrado entre tanto brindis y comida de quienes tienen la posibilidad de elaborar esas tradicionales obras de arte.

El espíritu navideño es algo muy hermoso y lo que menos quiero es estropearlo con estas palabras tal vez impertinentes; sin embargo, es necesario reflexionar sobre la sustitución de los principios que inspiran el cristianismo por el desenfrenado consumismo que impulsa a la competencia por ver quién regaló lo más caro, con el consiguiente efecto de sentirse menospreciado si no se logra ese propósito.

Dañan esos llamados al consumismo para activar la economía, esa que tiene que crecer para que el incremento de los números aparente que son personas y todos aparezcan como beneficiados.

Los que mañana tendrán problemas con las cajas de los regalos estarán felices de tantas bendiciones que recibieron; pensarán que su conducta habrá sido tan virtuosa a lo largo del año que cada regalo ahora recibido es corolario de la fortuna acumulada.

Quienes apenas tuvieron para comprar un regalito, volverán a la realidad y tendrán que procurar no ponerle atención a la preocupación por las deudas contraídas para pagar las festividades. Ya se angustiarán de eso en la cuesta de enero, junto con los útiles escolares de los patojos y los largos días que transcurrirán antes del fin de mes, ya que recibieron el salario de diciembre adelantado y se lo han gastado todo, estimulados por los villancicos y las campanas navideñas que seducen el espíritu para colmarlo de consumismo.

Pero los que se acostaron con hambre y sin regalos estarán con la misma desesperanza, instalados en su misma realidad, sea Navidad, Semana Santa, Día de la Madre, del Cariño. La pobreza y la exclusión es tal que están excluidos también del consumismo. Mejor dicho están fuera de la capacidad de consumo. Deberán esperar que la economía crezca para que, satisfechos los mismos de siempre, la riqueza empiece a “derramar” sobre ellos, gota a gota.

Esa es Guatemala. Brindemos, los que podemos, por una ¡feliz Navidad!

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