Podredumbre política

Francisca Gómez Grijalva

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Estas falencias y carencias nos ayudan a entender por qué Guatemala tiene el dudoso honor de ser el mayor cementerio latinoamericano de partidos políticos.

Tristemente para aspirar a una curul en el Congreso, las candidatas y candidatos tienen que pagar un precio muy alto al partido al que se adhieren. En consecuencia, la mercantilización del derecho a ser elegido se convierte en caldo de cultivo que fomenta la corrupción, la deslealtad y la enajenación política.

También  es una realidad que en Guatemala como en la mayoría de países latinoamericanos, los partidos políticos son espacios de poder donde resuenan y se imponen las voces masculinas y blancas. Ningún partido político se ha interesado en democratizar su estructura organizativa interna, lo que siempre ha predominado es el caudillaje y el caciquismo. Por esa razón, las cuotas de participación equitativa  para las mujeres, las juventudes y los pueblos maya, garífuna y xinka, son derechos que el sistema de partidos políticos se niega a reconocer.  

Por ello, cuando pienso en la podredumbre política que se desenvuelve en medio de la maquinación, pienso en el desafío que tiene la ciudadanía guatemalteca de hacer un alto frontal al aprovechamiento egoísta del poder por parte de todos los partidos políticos. Uno de los caminos es desenmascarar y transformar de raíz a esa politiquería que irrespeta los principios democráticos, carece de proyección histórica y engaña a la ciudadanía con discursos falaces.

A mi modo de ver, toda transformación política de fondo no se logrará en cuestión de meses. De nada sirve conformar nuevos partidos políticos o hacer alianzas o coaliciones entre partidos de izquierdas que prometen ser diferentes, si no democratizan sus estructuras internas. Peor aún si continúan encerrados en sus burbujas, toman decisiones unilaterales e ilusamente construyen discursos que buscan hacernos creer que nos representan a todas y todos. Con ello, cometen los mismos horrores que cuestionan.

En fin, no bastan las buenas intenciones ni los buenos discursos, se necesita tejer una acción estratégica para la formación cívico-ciudadana democrática, pluralista y humanista.

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