Sepultando la excelencia

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Tampoco implica que si gasté una fortuna en ella se me asegura que está bien hecha, a menos que haya supervisado que en la calidad y estructura no se me haya estafado y termino igual que cuando estoy sacando las cosas de lo más barato.

Cuántos de nosotros inconscientemente procedemos de la misma manera en el resto de las cosas que hacemos, sea esto al llevar mi vehículo a reparar, o simplemente cuando inscribo a mi hijo para estudiar en una escuela. Cuán diligente soy en todo el proceso para que el final no sea una sorpresa y mucho menos terminar con una expresión triste como “bueno, peor es nada, que así se vaya”. Eso es simplemente un entierro a lo que más valoro en la vida.

Esto me lleva a pensar algo que hace unos días me comentaron en materia de educación, con una frase que se me fijó en la mente no por agradable y gratificante, sino por lo molesto y degradante que lo sentí, y fue cuando me dijeron: “Vea cómo hace, pero él tiene que ganar, no puede perder”, y agregaron a lo anterior: “Se le pueden asignar trabajos de mejoramiento para que finalmente pueda salir bien”. Posiblemente sea lógico y fácil de vender, pero si este razonamiento está legislado y tiene entorno legal, el cuestionamiento es: ¿Qué clase de gente estamos formando y qué clase de sociedad tendremos mañana?

Ser indiferentes a esto y conociendo nuestra cultura, debemos ya imaginarnos los titulares que los medios de comunicación tendrán en un futuro muy próximo, cuando los que hoy se están formando deban buscar un trabajo y no puedan calificar; lo que estaremos leyendo dirá algo como esto: “carreteras bloqueadas para que les den trabajo”, o bien algo menos ecológico, “quema de llantas para exigir empleo”. Seamos consecuentes, ¿quién volaría con un piloto aviador que no ganó el examen de aviación y que al fin de tantas pudo lograrlo?

El giro que esto requiere es ser consecuente en todo en la vida. Si estamos dispuestos a pagar el máximo precio por un aparato que no trabaja a la perfección, o usar un transporte y pagar el pasaje aunque no nos garantice llegar al destino, también aceptemos el diploma o título de aquellos que tuvieron la muy buena intención de ganarlo, pero ni hicieron el esfuerzo, mucho menos escucharon instrucciones y, por consiguiente, tampoco califican al título que quieren sustentar.

Si usted es de aquellos que como yo estamos soñando con una Guatemala mejor, más próspera y que tenga la capacidad de competir en el mundo de hoy y de mañana, una cosa nos queda, y es sepultar la mediocridad que toleramos con toda la determinación y apelar a la excelencia que tanto nos hace falta y que ella sola se pueda lucir sin tener que presentarla.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.