CON NOMBRE PROPIO

Carta a un pena mortista

|

Aprovecho la Semana Santa para enviar una carta, una carta dirigida a quien defiende la pena de muerte. No es una carta al político buscavotos, sino es para el ciudadano de a pie, quien está harto de la delincuencia, quien ha llorado a un ser amado, quien ha sentido la impotencia de que un imbécil haya tenido un arma homicida y que, desde aquella fecha, jamás su vida fue la misma.

Antes que nada déjeme defenderme. Eso que algunos no queramos la pena de muerte no significa que defendamos a delincuentes y propongamos un reino de terror gobernado por maras y matones. Muchos no quieren la pena de muerte y yo, en Miércoles Santo, le compartiré mi razón principal que no me deja, ni siquiera, entrar a pensamientos filosóficos o jurídicos. Mi razón es sencilla y práctica.

Todo anhelo de justicia de un pueblo pasa por un filtro, ese filtro se llama Administración de Justicia. Por años la Administración de Justicia fue neutralizada, opacada, amenazada e incluso silenciada. Desde 1986 a la fecha se ha intentado una nueva dinámica. Don Edmundo Vásquez Martínez, primer presidente del Organismo Judicial del período democrático, intentó crear las bases para instituir una justicia penal para la paz y por eso es que usted ve juicios públicos, una gran oficina llamada Ministerio Público. Antes los expedientes eran escritos y secretos, el juez investigaba y juzgaba; la opacidad era la regla.

Sí, se han dado pasos importantes para crear una justicia penal mejor que la que se tenía, y ni contarle cuánto se ha gastado. Así que si en algo usted puede estar contento es que el Organismo Judicial ha tenido como prioridad de gasto por 30 años la justicia penal.

Le confieso dos cuestiones básicas que no me permiten ir más a fondo en el tema, la primera es porque nuestro sistema de justicia no permite un nombramiento de magistrados independientes, la fuente de ingresos está llena de puertas que permiten que exista, en muchas ocasiones, acceso a personas que no tienen la capacidad para juzgar. ¿Imagínese qué pueden hacer con la pena de muerte?, pero el segundo tema es peor, no existe un sistema disciplinario un tanto eficiente.

Usted oirá a ciertos diputados y exdiputados abogar por la pena de muerte, pero, sépalo, esos legisladores no han hecho nada para fortalecer el sistema, y lo que es peor, buen número de ellos han sido parte principal del desastre que tenemos e incluso han sancionado, con su voto en el hemiciclo, al juez honesto y capaz.

En el Organismo Judicial, sépalo, existen excelentes jueces y excelentes magistrados, personas que día a día hacen de la justicia su vocación, pero en muchas ocasiones esos buenos funcionarios han tenido que soportar actos represivos y no hemos podido hacer nada frente a ello.

Antes de hablar de pena de muerte como le dicen los políticos, exíjales nuevas estructuras para que el buen juez reciba ascensos y se garantice su independencia y dignidad.

El error judicial en un sistema como el nuestro es enorme, pero, lo que es peor, también el dolo judicial es increíblemente grande. Frente a la ejecución de una pena de muerte no se puede hacer absolutamente nada, así que antes de escuchar cantos de sirena exijamos herramientas sustantivas para fortalecer la Administración de Justicia y así, luego de ello, discutamos la viabilidad jurídica y filosófica de la pena de muerte.

Matar a un inocente es lo peor que le puede suceder a cualquier Estado. ¿Estaría usted tranquilo si usted o su hijo puede ser la próxima víctima de este Estado indolente?

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.