PUNTO DE ENCUENTRO

¿Cómo seguimos?

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Esta vez se pasaron de la raya. La banda descontrolada del partido patriota (así, con minúscula) colmó la paciencia de la ciudadanía que vio cómo fueron subiendo de tono los actos de corrupción y los desmanes. El descaro y el cinismo alcanzó niveles insoportables, incluso para una sociedad como la guatemalteca incapaz de reaccionar ante innumerables atropellos. Fue una mezcla de hartazgo y de indignación frente al robo descarado, la corrupción y la insolencia en las declaraciones lo que movilizó la conciencia ciudadana. Nos empachamos de cinismo, de mentiras y de que nos quieran ver la cara de babosos. Por eso salimos a la calle, por eso una multitud clamó justicia y gritó hasta el cansancio ¡ladrones!; por eso se exigió la renuncia del binomio presidencial, que a estas alturas debe haberse robado ya hasta el agua de los floreros.

Su estrepitosa caída demuestra una vez más —y por si hacía falta— el desastroso sistema político existente en Guatemala. Estructuras partidarias sin ideología, utilizadas únicamente como vehículos electorales para que una vez se esté en el poder empiecen los pagos a los financistas y los oscuros negocios millonarios al amparo del Estado. En síntesis, una cleptocracia.

Lo que cambian son las redes criminales y quienes las integran, lo demás viene a ser más o menos lo mismo. Cada grupo tiene un aparato ilegal que opera de manera permanente y que se enquista en la estructura gubernamental una vez se gana la elección. Sus tentáculos alcanzan todos aquellos espacios que les permiten enriquecerse de manera “pronta y cumplida”, porque tienen muy claro que cuatro años es el tiempo que hay para salir del anonimato financiero.

Confían en la memoria corta, en la apatía de la sociedad y en las sombrías negociaciones para garantizarse impunidad a través del control del sistema de justicia. Por eso copan las comisiones de postulación, saben perfectamente bien que tienen que garantizarse títeres y no funcionarios independientes que puedan aguarles la fiesta.

El plantón ciudadano del 25 de abril (#RenunciaYa) tiene un valor incalculable y puede ser el principio del fin de este largo proceso de letargo chapín que tanto daño nos ha hecho. Pero no puede ser solo eso y no puede quedarse ahí. Se impone una enorme batalla por la refundación del Estado, por la recuperación de los valores intrínsecos en los que debe basarse una democracia y por el rescate de la institucionalidad.

Indignarse y que todo se quede ahí, es condenarnos a sufrir más de lo mismo. ¿O nos queda alguna duda de que la alianza entre los patriotistas y Líder no es otro negocio sucio para que parezca que todo cambia y en verdad no cambie nada?

La efervescencia de la indignación hay que mantenerla, pero también darle un cauce. Encontrar un espacio mínimo de articulación que evite que las mafias sigan rotándose en el ejercicio del poder y provocarles una ruptura antes que vuelvan a legitimarse por un proceso electoral, es un segundo paso. Parafraseando a Leoluca Orlando, alcalde de Palermo: “No puede haber democracia sin lucha contra la corrupción, porque la corrupción no es solamente un delito, es un sistema de poder alternativo al sistema democrático de poder”.

ESCRITO POR:

Marielos Monzón

Periodista y comunicadora social. Conductora de radio y televisión. Coordinadora general de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP). Fundadora de la Red Centroamericana de Periodistas e integrante del colectivo No Nos Callarán.