LIBERAL SIN NEO

El estado del discurso

El pesimismo de la maldición Maltusiana se ha apoderado del discurso. Quien lee, escucha y conversa sobre el estado del mundo y su propia sociedad, es llevado a pensar que los recursos se están acabando y que cada día hay más pobreza y miseria. Este pesimismo pareciera arrastrarnos en una corriente irresistible hacia un destino amargo de escasez e injusticia social. La realidad es todo lo contrario: nunca ha habido tanto progreso y potencial para el bienestar de la humanidad. El estado de cosas en Guatemala es ciertamente insatisfactorio, pero no debe perderse de vista el progreso y sus causas. La condición humana y el nivel de vida promedio se ha transformado a pasos agigantados en los últimos dos siglos y con aceleración desde 1980. Aún hoy el progreso sigue avanzando sobre los hombros de los destellos surgidos durante la Revolución Industrial en los siglos XVIII y XIX.

“Alentado por la dignidad y habilitado por la libertad”, propone Dierdre McCloskey, en La Dignidad Burguesa (2010), para explicar cómo, cuándo y dónde surgió la Revolución Industrial que encaminó al mundo en el sendero de la innovación y la multiplicación de los panes. Porque antes de eso, de no ser noble de cuna, obispo o guerrero, el espacio para el progreso personal estaba básicamente cerrado. Dierdre no resta importancia a los cambios en la economía material en la formación de la ola de desarrollo; la innovación tecnológica, la industria textil, el comercio de algodón, la máquina de vapor, el bajo costo del hierro y luego el acero, la construcción de puertos y caminos, los ferrocarriles e incluso el imperialismo británico, la esclavitud en el sur de Estados Unidos y la participación de la mujer en el mercado laboral. Para Dierdre, estas fuerzas económicas materiales no fueron ni las causas originarias ni las que han sustentado el surgimiento del mundo moderno. La economía material explicaría el crecimiento lineal, pero no la explosión, el salto cuántico.

Argumenta que la retórica, la ética y las ideas causaron la Revolución Industrial. La retórica, entendida como el discurso y el hablar que da contenido a la conversación y comunicación entre las personas. La ética entendida como el concepto de lo que es bueno. Esta retórica y ética como fondo y fermento del surgimiento de las ideas. Hace tres siglos, en Holanda e Inglaterra, sostiene Dierdre, el habla y el pensamiento sobre la clase media empezó a cambiar. La conversación ordinaria sobre la innovación, la producción, el comercio y los mercados, proliferaba y se percibía de manera positiva. Tocqueville resaltó un cambio en “los hábitos de la mente”. Dejó de verse con desprecio y cesó la burla de la innovación, el éxito comercial y la movilidad social. La economía explotó porque las formas de hablar y pensar sobre emprender e inventar, sobre el enriquecimiento y el progreso, cambiaron. El discurso y lenguaje, no los cambios materiales en el comercio internacional o la inversión doméstica, causaron las “no-linealidades”. “Sabemos esto en parte —sostiene Dierdre— porque el comercio o la inversión eran rutinas antiguas, mientras que la nueva dignidad y libertad para personas ordinarias fueron únicas a la época”.

El pensamiento de Dierdre McCloskey viene al caso en el contexto de la discusión sobre el motor y requisitos del desarrollo económico y social. Su pensamiento contrasta con la tesis institucional y con la cultural, y a mi juicio, se enmarca dentro de los llamados modelos mentales. Emprender, crear, producir, comerciar, es bueno. Esta forma de ver y entender el mundo, apoya el progreso.

fritzmthomas@gmail.com

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).