PERSISTENCIA

El retorno a la physis

Margarita Carrera

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El rechazo que recibe Nietzsche en el mundo académico de la filosofía universitaria, es idéntico al rechazo que sufre Freud en el mundo académico de la psicología tradicional.

La causa de este rechazo es la reacción en contra de la temible “physis” que ambos descubren como realidad determinante en el Universo y que, implacable, gobierna al humano y a todas las demás cosas.

Según Nietzsche, para responder a la pregunta inicial de la filosofía: ¿Qué es el ser?, no hay necesidad de salirse de la “physis” y de su contundente realidad, para inventar un mundo que esté allende a ella, un mundo creado por la razón, aunque rebase los límites de esta: el mundo metafísico.

Nietzsche establece el retorno de la “physis” para responder a la inquietud filosófica. En este sentido, su filosofía se hermana con la de los filósofos griegos presocráticos, fundamentalmente con la de Heráclito. No es extraño que sobre Heráclito exponga: “En su cercanía siento más calor humano y me encuentro mejor que en cualquier otra parte. La afirmación de la inconstancia y de la destrucción, lo decisivo en la filosofía dionisíaca; el decirle sí a la oposición y a la guerra; el devenir, junto con el rechazo radical incluso del mismo concepto “ser” —en todo esto tengo que reconocer, desde todo punto de vista, lo más afín a mí de todo lo que se ha pensado hasta ahora”.

Si analizamos estas palabras, tenemos los conceptos básicos en que se funda su filosofía

Primeramente está el “calor humano” que le proporciona la filosofía de Heráclito. Ello implica la ausencia de un Dios (más allá de la “physis”) que deshumaniza al humano divinizándolo. El hombre es eso: “hombre”, y como tal está sujeto a su propia “physis”; dentro de esta “physis”, realiza “el devenir” de su cuerpo, mente, sensibilidad. El hombre se debe a su humanidad que es, al mismo tiempo, animalidad; por ello, la protesta de Nietzsche: “¿Cómo ha sido colocado cabeza abajo el instinto del animal hombre?…”

En segundo término está “la afirmación de la inconstancia y de la destrucción” que constituye la médula de su filosofía dionisíaca. El hecho de aceptar como realidad cognoscible, la oposición: felicidad-desdicha; paz-guerra, que no es más que la combinación de dos divinidades representantes de la razón y el instinto: Apolo y Dionisos. La “physis” encierra la inconstancia, el cambio, la contradicción, “los espantosos cataclismos de lo que se llama historia universal”, así como el horror y la crueldad.

Luego está “el devenir, junto con el rechazo radical incluso del mismo concepto ‘ser’…”, rechazo que implica la mutabilidad consistente del “ser”, en lugar de su inmutabilidad. El “ser”, que es “physis”, es, por ello, “devenir”; de otra forma “Heráclito tendrá eternamente razón al sostener que el ser es una ficción vacía…”. Así, ‘ser’ como generalización del concepto de ‘vida’ (respirar), ‘ser animado’, ‘querer’, ‘actuar’, ‘devenir’”.

“Ser” es sinónimo de “devenir”; y devenir es “vida”. Y “la vida es un querer crecer”; de allí que ella encierre “la voluntad de poder”: “Donde hay vida —dice Zaratustra—, allí hay voluntad de poder”.

Todo lo cual está dentro de la “physis” y no de la “meta-physis”. El colmo de no comprensión hacia Nietzsche por parte de los filósofos tradicionales, está el empeñarse por alejarlo del mundo griego y colocarlo dentro de “la metafísica de la subjetividad, fundada por Descartes”.

En primer lugar, Nietzsche es un fiel continuador del espíritu griego auténtico, como lo demuestra la totalidad de su obra. En segundo lugar, el término de “subjetividad” unido al término metafísico no dice absolutamente nada. La metafísica, como hija de la física, es producto de la mente humana (que es “physis”). De tal modo que la metafísica sería siempre subjetiva, en cuanto es un fenómeno surgido dentro de la “psiquis” humana, a causa de la represión civilizadora.

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