ALEPH

El santo alcohol

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Los hospitales, los centros de atención psiquiátrica y las morgues se preparan para recibir más inquilinos en épocas como la de Semana Santa o Navidad. Para beneficio de las industrias licoreras, el consumo de alcohol (entre otras drogas) se dispara en estas fechas. No importa si es indita, cusha, caldo de nance, cerveza, boh, fresco de súchiles, ron del que ha ganado varios premios internacionales o whiskey marcado con etiqueta azul… el mercado está suficientemente segmentado para que alcance para todos.

Me gusta compartir un buen trago de vez en cuando con gente querida, así que no es mojigatería, envidia o sermón lo que despierta mis ganas de tocar este tema. Sabemos que la publicidad desmedida de bebidas alcohólicas, en un país donde la violencia es deporte y la enajenación un deber, constituye un caldo de cultivo perfecto para el consumo excesivo de alcohol. Además, tenemos suficientes antecedentes históricos en eso del consumo de bebidas espirituosas, como para querernos zafar fácil del asunto. Desde la intencionalidad finquera de mantener a amplios sectores de trabajadores embrutecidos entre el trabajo agotador y el alcohol de fin de semana, hasta los favores de sucesivos gobiernos a la industria licorera, todo cuenta.

El hecho es que, en tiempos como la Semana Santa, no hay santo que tenga más devotos que el alcohol. Las bebidas alcohólicas son distribuidas y consumidas escrupulosamente hasta el último rincón del país. No es casualidad que nueve meses después aumenten las cifras de nacimientos en todo el territorio nacional, o que durante estas fechas haya más violencia intrafamiliar o más violaciones en toda Guatemala. No es casualidad que suba el número de accidentes de tránsito, los intentos de suicidio o los suicidios, las peleas y las muertes por armas de fuego. Tampoco que las emergencias de los hospitales estén a tope. Y no es tan sencillo como decir que beber o no beber es una cuestión de libre albedrío.

Está más que comprobado que cuando disminuye la publicidad de bebidas alcohólicas o de tabaco en medios de comunicación o vallas publicitarias, disminuye su consumo, sobre todo entre la juventud. Y esto sucede en países como Inglaterra, donde no hay analfabetismo, desnutrición, narcotráfico o amplios sectores de la población en situación de pobreza. Por otra parte, en un país tan violento y desigual como Guatemala, el consumo de alcohol se convierte en una excusa perfecta para evadir la realidad y no alertar demasiado la conciencia.

Quizás la Guatemala (y el mundo) del 2015, con sus violencias y culpas, sus patologías y asimetrías, sus hambres y exclusiones, sus excesos y abusos de poder, sus injusticias y sus absurdos, sus catástrofes medioambientales, sus depredadores y corruptores, pida cada vez más gente drogada, evadida de la realidad, artificialmente feliz, escindida de sí misma. Pero se antoja que circule más sangre que alcohol por las venas de la gente, que se pueda compartir con los demás sin tener que estar inconsciente, que en Guatemala la educación y el alimento sean más consumidos que el alcohol y que la vida esté por encima de la muerte.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.