LA ERA DEL FAUNO

Estimables señores motoristas

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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No me dirijo a todos los motoristas, solo a los que violan las leyes de tránsito y seguramente no están leyendo esto. Así que haría un gran favor si conoce a alguno y le lanza el mensaje.

Estimable motorista: las líneas cebra no fueron pintadas para que coloque su moto encima, sino para que los peatones crucen la calle. Los semáforos dan indicaciones para todos, eso lo incluye. No crea que una luz roja es para que los demás se detengan, menos usted.

Si en una esquina no debe virar, pero abusivamente lo hará, piense que pueden venir personas a pie. Probablemente se cuida de que no circule un tráiler que lo tire por todas partes, pero no se trata solo de su seguridad, sino también de la ajena. No basta que vea rápidamente y acelere, pues su ángulo visual se reduce debido a que lleva puesto un casco —se supone—.

Para protegerlo de un golpe en la mandíbula, una fractura en el cráneo, en fin, para evitar una tragedia, alguien diseñó los cascos. Inventos como esos tienen sus desventajas. Por ejemplo, reducen su visibilidad lateral. En cuestión de un segundo, podría no ver a una persona. Pero, mire, qué maravilla, por una desventaja se le dan dos ventajas: la primera, un semáforo le indica qué hacer; la segunda, gana resonancia dentro de su casco; es por eso que identifica los sonidos de ciertos motores que le alertan a no virar y gracias a lo cual no se estrella contra ellos. Pero los pasos de las personas son inaudibles. Tampoco es un gran mérito el suyo si pasa cerca de algún peatón y no lo toca, es una desgracia que contribuye a formar un mundo inhumano. Sí, ese mundo del que tanto se queja por la inseguridad y otras desdichas, es alimentado por sus abusos.

Antes de solidarizarse con otro motorista accidentado solo porque usted también usa moto, piense que quien está en el suelo podría estar allí por imprudente. No se detenga a culpar al del carro ni a pavonearse amenazante. Nada lo faculta a convertirse en juez, nomás porque se proclame parte de un gremio experto en hacerse la víctima.

Las banquetas no son para que se encarame en ellas, ni para que tome atajos. Están a disposición de los peatones, incluyéndolo a usted cuando anda a pie. Los corredores que se forman entre los autos no son para que rebase. Alguien tiene que decirle que acelerar temerariamente es infantil. Nadie quedará impresionado por su audacia. Nadie se pasará el día pensando: “Qué atrevido, qué veloz”. Sus actitudes a nadie le importan.

Si es repartidor de comida, sepa que a sus clientes no les afectará si se accidenta ni sus empresas lo llorarán más de media hora. Lo reemplazarán y asunto arreglado. Con su irresponsabilidad, da más importancia a un pollo muerto y a una vaca rodajeada que a su vida. Si lo hace por cumplir una cuota de carreras, diga a sus jefes que representan a una empresa miserable que los obliga a jugarse la vida. Si nadie lo obliga, no corra.

Usted no tiene más derechos que un ciclista. No es dueño de la carretera. No debe ir contra la vía, ni siquiera unos pocos metros. Si provoca un choque, así lleve la peor parte, tenga la decencia de acudir a las instancias legales a declarar que tuvo la culpa porque iba borracho, se pasó el alto y a excesiva velocidad. No acuda haciéndose la víctima y encima pidiendo dinero.

Finalmente, cuando se amontona en las esquinas con otros motoristas sobre las líneas cebra, evite compararse. No vea con envidia el tanque, el escape o las llantas de las otras motos. Esas comparaciones son infantiles y podrían llevarlo a demostrar que su moto es flaca, pero correlona; en una de esas, saldrá disparado y ¡zas! Un poste.

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