PLUMA INVITADA

Hora de ser valiente

Cuando un niño llora, lo común es que le digan “parecés mujer”, y si miente, se mete en asuntos que no le incumben, es inútil o muestra actitudes poco deseables para un “hombrecito”, escucha el mismo reproche, con lo que se le va inculcando que ser mujer es malo. Afortunadamente y gracias a movimientos históricos, se ha ido imponiendo la lucha por romper estos y otros paradigmas para establecer la igualdad de género, y de esa manera las mujeres han ido ganando espacios que las colocan a la par de los hombres en cuanto a derechos.

De esa cuenta, cuando en Guatemala se empezaron a escuchar nombres femeninos como propuestas para ocupar cargos públicos y se fueron haciendo más comunes en puestos importantes, tanto en el ámbito privado como estatal, se abrió una ventana de esperanzas para un sector que aún se ve afectado por una cultura machista. Por cada mujer que participa en cualquier ámbito de la vida hasta hace poco solo permitido a los hombres se dan pasos agigantados hacia una nueva concepción de la vida humana.

El que una mujer ocupe la primera magistratura de un país habla bien de un pueblo, pues significa que la discriminación por género ha sido superada, y está en los actos de quien haya logrado romper esa brecha hacer prevalecer la idea de que nosotras tenemos las mismas capacidades que los hombres y que por lo tanto merecemos que dejen de considerarnos débiles y tontas.

Para la gran mayoría de guatemaltecas, el que mujeres nos representen como legisladoras, juezas, magistradas u otros ámbitos, significa un gran logro, y cuando Roxana Baldetti llegó a la Vicepresidencia de la República lo menos que esperábamos era que por su medio se nos respetara y el Gobierno dejara de ser delegado al género masculino.

Por esa razón es conveniente que la vicepresidenta busque la manera de demostrar que no tiene ninguna relación con la red de defraudación tributaria La Línea y que los bienes que ha adquirido no provienen de fondos malhabidos, pues de no hacerlo será la causa de un retroceso en la credibilidad hacia la capacidad femenina para ocupar un alto cargo.

Con ese temple que la caracteriza, lo menos que podemos esperar es que ayude a localizar a su exsecretario y lo entregue a la justicia, y si usted se vio tentada a tomar dinero de su empobrecido pueblo, lo reconozca, se desvista de inmunidad y se someta a la justicia.

Así es como imaginamos a quien, en una ocasión, cuando entre una multitud que la escuchaba un hombre gritó algo en contra del Gobierno, tuvo el valor de obligarlo a subir a la tarima para que asumiera lo dicho. Aún están frescas las imágenes de una diputada que cuestionaba a funcionarios en el Congreso, señalados de corrupción. En ese entonces, más de alguna mujer se sintió bien representada.

Por eso pedimos que muestre firmeza y se presente ante su pueblo para decirle que, contrario a muchos hombres que tienen la cola machucada, posee las agallas para renunciar, porque ha fallado.

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