Me dio gusto que en el Gobierno de transición (3 de septiembre de 2015 al 14 de enero de 2016) un normalista prestigioso ocupara por tan poco tiempo el Ministerio de Educación a sabiendas, de mi parte, que no tendría oportunidad de hacer mayor cosa, dadas las enormes deficiencias tradicionales del sistema educativo guatemalteco.

Me refiero al educador Rubén Alfonso Ramírez, quien introdujo en Prensa Libre la primera sección dedicada a la educación pública. No tocó con intensidad la educación privada no obstante que fue en esa importante rama que desarrolló y aplicó posteriormente, con éxito, su formación de maestro adquirida en la Escuela Normal Central para Varones.

Fue propietario y director de dos establecimientos educativos, uno de los cuales se proyectó a los departamentos y dedicó parte de sus actividades a un programa de contenido didáctico en uno de los canales de la televisión abierta.

Me habría gustado que derogara o intentara derogar el acuerdo ministerial que puso fin a los estudios de magisterio, privando con ello a la educación media de uno de los aspectos básicos de la formación humanística de los profesionales guatemaltecos. También me habría gustado que en función de los más altos intereses de la niñez promoviera un estudio a fondo de la conveniencia de poner fin a la norma según la cual se requiere la edad de siete años para ingresar al primer grado de la educación primaria pues, hoy en día, el desarrollo intelectual apropiado de los niños —visto en función de las condiciones de aprendizaje — se manifiesta a los seis años y hay países donde los niños aprenden a utilizar computadores desde los tres años de edad y otros que sin tener ordenadores saben leer y escribir a los cinco años de edad.

De manera que seguir manteniendo la norma de los siete años, copiada del sistema educativo francés de hace dos siglos, es privar a los niños guatemaltecos de un año en la aceleración de su proceso formativo.

Y, como se ha publicado con abundancia de datos, en el mundo 250 millones de niños no adquieren los conocimientos básicos en sus escuelas, problema que afecta a la América Latina y muy particularmente a Guatemala.

Según informes y comentarios divulgados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y que pueden ser aplicables a nuestro país, uno de cada 4 niños no puede leer una oración completa.

Añade que en esta parte del Continente, el nivel de aprovechamiento escolar es superior al de otras regiones, pero aquí existen cifras muy desiguales entre los países. En términos globales, según la Unesco, “alrededor del 10 por ciento de los niños latinoamericanos en edad de escolarización primaria no está adquiriendo las competencias básicas en lectura, pero la proporción oscila entre el 4 por ciento en México y el 25 por ciento en Guatemala”.

Hace pocos días leí un deprimente reportaje periodístico acerca de la situación lamentable de la educación en Guatemala, y las publicaciones en internet son en esa materia un coro de señalamientos: He aquí algunos de los titulares y principio de tales informaciones: *Educación será deficiente en 2015, dice el ministro; *Procuraduría de los Derechos Humanos confirma deficiencias en el sistema educativo; *Deficiencias en maestros; *Baja cobertura en educación primaria; *Preocupa descenso en calidad educativa; *C.G.C acciona penalmente contra la ministra de Educación; *La educación en Guatemala es deficiente; *ASÍES revela carencias de la educación en Guatemala; *Docentes preocupados por deficiencias en bibliotecas; *Guatemala pierde hasta el 20 % por corrupción, lo cual afecta a los sistemas de salud y educación; *Reporte del Diálogo Nacional: La educación nacional es altamente deficiente.

En fin, ojalá Rubén Alfonso escribiera un informe en profundidad, o un libro, acerca de esas deficiencias de la educción y de sus causas; y de la necesidad de reestructurar el Ministerio de Educación, para que responda mejor a las necesidades de la población.

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