LA ERA DEL FAUNO

Los verbos rectores del presidente

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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La jerga penal alcanzó cierta notoriedad con el caso la Línea. Cuando el fiscal acusaba a los exfuncionarios, decía, más o menos: “Los verbos rectores, su Señoría, son defraudar y participar, por consiguiente…”.

Aquella manera de emplear la gramática para romper con punta de hierro la estatua de la corrupción, me pareció interesante. Concederle rectoría a un verbo dentro de un enunciado es como nombrarlo soberano de la línea. En el pueblo de las palabras, según el texto, unas sirven para algo, otras son mulas de carga, algunas serán indispensables y el resto estorban. Hemiciclo verbal. Con mucha elegancia podrán andarse los adjetivos, que al final vendrá el núcleo “corruptos y ladrones” que acabará con todo.

Sucede ante nuestras narices. Ya no se sabe ni quién es el títere de quién dentro del partido oficial, el Ejecutivo y el Congreso. En 28 días, FCN-Nación aumentó de 11 a 28 diputados. El jefe de bancada reconoce que aceptan a todos esos tránsfugas solo porque les interesa sumar números. Votarán por lo que diga el amo. Son personas popularmente inútiles, electas por montón en otros partidos, bienllegadas al nuevo vertedero.

Tarde o temprano las máscaras caen. Estamos frente a una monstruosidad. Cuando Jimmy Morales era candidato a la Presidencia, dijo que su partido no aceptaría tránsfugas. Ellos eran honrados. Controlaba, dijo, el 99 por ciento de su partido. Pidió confianza y se la dieron. En menos de un mes ha ido rompiendo todas sus promesas. Quienes ya lo esperábamos, no debería sorprendernos porque vimos bajo la piel del actor la trágica bisagra que sirve de entrada a otros drenajes.

Cuando era candidato, Jimmy sonreía a los medios de comunicación, los adulaba a extremos desagradables. Les decía que serían garantes de su transparencia. “Con la ayuda de ustedes”, decía, “vamos a trabajar”. Solo inició su período y pronunció los primeros “yo no dije eso”, “eso lo dicen ustedes”, “informen con la verdad”. A menos de un mes empezó a dejar a los periodistas con la palabra en la boca. Se levanta y se larga. Da conferencias según sus reglas. Ya dijo que no tiene por qué dar explicaciones de cada funcionario que nombra.

Cuando le preguntaron por qué designó a una ministra con problemas en la SAT; por qué si ofreció Q100 millones en medicinas donadas, resultó que no eran Q100, sino Q46 millones y encima muchas estaban vencidas; cuando le pidieron que fijara su postura frente a funcionarios y diputados de su partido señalados por el MP; cuando le preguntaron por qué nombró secretario de Bienestar Social a Emigdio Gómez, destituido en 2014 por sus vínculos con la estructura de cobros ilegales en la cárcel; evadió, se molestó, se fue. Sus voceros son grabadoras humanas con respuestas enlatadas, se dan la vuelta y también se largan.

Cuando Jimmy era candidato, sonreía; atacaba a “la vieja política”; decía que lo suyo era el honor, el sacrificio y la esperanza. Ahora, él y su partido demuestran que son lo mismo y aumentado. O algo peor. Se cuida Morales, eso sí, de mantener una imagen de persona del pueblo. Millonario popular. Dona parte de su salario —sabe lo que a la gente le encanta oír—; viajó en clase económica y comió en el mercado central. Detalles que serían gratos si procedieran de un gobierno ya en marcha, estructurado y transparente, pero ni programa de gobierno tiene. Ahora se fabrica una máscara de Mujica. Ganará con ella, sin embargo, mucha admiración. Sabe que en Guatemala es muy celebrado el altruismo, la bondad que oculta los verbos rectores asociados con la mentira, la prepotencia, el desorden y la improvisación.

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