PLUMA INVITADA

Maestros con vocación y mística

César Augusto Sagastume

|

Los educadores graduados en las décadas de los 50 y 60 tenían como misión combatir la ignorancia y el analfabetismo, iban a los lugares más apartados del territorio nacional, en donde el medio de transporte era peatonal para trasladarse a las comunidades más apartadas. Se puede afirmar que eran congruentes con las políticas educativas revolucionarias del estadista Dr. Juan José Arévalo Bermejo.

La sobrevivencia en las comunidades del área rural era precaria, no existían los servicios básicos, el maestro era presa de enfermedades como la malaria y otras que asolaban por la diversidad de climas y la proliferación de plagas de ese momento. A pesar de ello el maestro trascendía educando y sirviendo a las comunidades para ayudarles a resolver sus problemas comunitarios y mejorar sus condiciones de vida.

El perfil del maestro demandaba consistencia en sus conocimientos pedagógicos, morales y éticos; su vocación humanista, carismático, honesto, prudente y visionario para combatir la ignorancia que asolaba a los habitantes marginados que eran explotados por fuerzas dominantes y colonizadoras, sin renegar a su vocación, patriotismo y el compromiso de trabajar a tiempo completo por el país, aceptaba el reto de dejar la comodidad de su hogar para cumplir con la noble misión de educar.

Esos principios los forzaban a trabajar desde la construcción del edificio escolar, elaboración de escritorios, pizarrones y útiles escolares y enfrentar el reto de diseñar y elaborar los recursos pedagógicos con materiales del entorno de la comunidad, venciendo cualquier obstáculo para cumplir con la misión de educar.

Sin duda que la personalidad del maestro era un cúmulo de paciencia, entusiasmo y sabiduría que compartía con sus alumnos, para dejar al margen las ignorancias; implementando hábitos para fortalecer el respeto mutuo y su autoestima. Otra aportación importante fue la tarea de alfabetizar, para convertir a miles de guatemaltecos en mejores ciudadanos, haciéndolos despertar del sueño de la ignorancia para hacerlos libres y tener conciencia para pensar y poder expresar las demandas de servicios que les dieran mejores condiciones de vida. Esta filosofía ha venido de más a menos y sigue siendo un desafío en la actualidad.

Los docentes que en los años 80 cumplían el tiempo para jubilarse, cuando los salarios oscilaban entre los Q50 y Q90, transcurridos 35 años la jubilación está entre los Q500 y Q2,500, y la mayoría de ellos están entre los 70 y 95 años de edad, que es cuando más se necesitan mejores ingresos financieros para satisfacer sus necesidades.

Gracias por el estipendio de Q500 señalado en el decreto 11-2016 del Congreso. Ojalá que en el corto plazo se considere dar un complemento significativo, asignándoles el techo otorgado actualmente a los docentes que se jubilan.

ESCRITO POR: