DE MIS NOTAS

De chapinas heroínas

|

Temprano en la mañana, se levanta Juana la chapina en las limonadas; en los tugurios; en los campos del interior y en las colonias periféricas pobres. De madrugada se arroja a la contienda —si es que no batalla— contra las circunstancias que dominan su medio ambiente, lleno de hostilidad y limitaciones. Una vida de sacrificio porque todo su ser se centra en servir a los suyos.

Sin educación, sabe. Sin medios de producción, produce. Sin ser el macho dominante, lidera. Sin ser el proveedor primordial, en muchos casos es la principal fuente de ingresos de su familia. Sin gozar de los mismos derechos que el hombre en términos de oportunidades, libra su batalla en el día a día rutinario y le gana a las circunstancias adversas nadando contra la corriente.

Juana la chapina es heroína nacional. Con su talento creativo, no hay actividad alguna que escape a su ojo previsor y alerta para ganarse unos centavos honrados, que aún antes de ganarlos, llevan ya nombre y destino para saciar la panza de sus críos y muchas veces la de su macho, con frecuencia vago y abusivo. Botellas usadas, periódicos, venta de comida, y la comercialización de mil chunches más, son algunas de las actividades que a diario —desde que despunta del alba, patojo colgado a la cadera, canasto encima, se encarama al bus moviéndose por los extravíos de una ciudad, llena de peligros e inseguridad— llevando a cabo con diligencia digna de una guerrera amazónica su pelea por la subsistencia.

Ya a esa temprana hora, habrá lavado, arreglado la casa, preparado desayuno y supervisado que los patojos estén listos para la escuela, si es de las que tienen suerte. Sin embargo, muchas Juanas lloran el desconsuelo de no poder enviar a sus hijos a las aulas. Si ya la lucha por la sobrevivencia es una batalla diaria, el sueño de una educación es una esperanza lejana. Buena parte de la problemática de la niñez se arreglaría si hubiesen suficientes guarderías. Muchas veces tienen que dejar encargados a sus niños con parientes o terceros en situaciones muy precarias. Un problema más que enfrentan con dolor.

Y es que para muchas Juanas, el mayor desafío es huir del hambre diaria. No de la pobreza. La pobreza es algo tan habitual que ya no es ni negra ni infernal, porque es permanente y coexistente, y ni la asusta ni la evade. Índices demográficos, minimizando la importancia de su aportación a la economía informal a la cual contribuye para el desarrollo del país.

En donde sí la encontramos es en los altos índices de femicidios del país. No solo en la pelea contra el hambre sino contra la muerte, que la asedia agazapada a la vuelta de cualquier esquina.

Cuando en Guatemala se aproveche el enorme potencial que tiene la mujer, especialmente las que luchan por la sobrevivencia de los suyos en las áreas marginales, nuestra sociedad cambiará.

Cualquier inversión que se canalice a ella, multiplica el fruto por mil; porque en sus manos la mujer tiene la oportunidad de ensayar, aplicar y devolver a sus hijos todo lo que se le dé en educación, capacitación y oportunidad.

Y aunque lamentable sea admitirlo, también tiene a la Guatemala de ayer, la que se perdió; la que disipó su potencial; la que la discriminó, porque no tuvo la visión de sembrar en su vientre fértil la célula social del mañana.

Y ahora sí… Continuemos hablando de las tragedias ocurridas en los “Hogares Seguros…”

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.

ARCHIVADO EN: