PUNTO DE VISTA

Dictadura fallida en Caracas

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Mauricio Rojas, pensador chileno, que en juventud fue guerrillero  y militó en el MIR, se exilió en Suecia después del golpe de Pinochet y abandonó el marxismo-leninismo, siguiendo el ejemplo, mutatis mutandis  de Arthur Koestler, Ignazio Silone, Octavio Paz, André Gide, Jorge Semprún, Victor Serge, Vargas Llosa, Ernesto Sábato, Arthur London y Teodoro Petkoff, entre otros, nos dice, en un reciente artículo, que un régimen totalitario comunista se implanta cuando: “un  grupo dominante se dota de todos los mecanismos del poder total, particularmente de un aparato para ejercer el terror sobre toda la sociedad, un monopolio prácticamente absoluto sobre la economía, la educación y los medios de comunicación, una ideología oficial —el marxismo-leninismo— y, finalmente, un líder con poderes ilimitados.

Surge así un tipo de Estado que no solo no tolera la independencia de los ciudadanos, sino que exige su adhesión activa a una ideología o visión del mundo que penetra completamente la sociedad hasta convertirse en una especie de seudorrealidad que se superpone a la realidad misma. Esto es lo que los teóricos del nacionalsocialismo acertadamente llamaron Weltanschauungsstaat; es decir, Estado ideológico o, literalmente, “Estado de una visión del mundo”.

•Los miembros del directorio feudalizado que “por ahora” gobierna en Venezuela, algunos por sus creencias ideológicas, otros por el simple interés de permanecer en el poder, quisieran a través de la fraudulenta constituyente implantar un régimen totalitario, para lo cual se requeriría de una burocracia estatal eficiente capaz de penetrar y controlar capilarmente la sociedad. En Venezuela, el Estado ni siquiera es capaz de mantener el monopolio de la violencia en el país. Los estados Bolívar y Amazonas, así como sectores de ciudades tan relevantes como Maracay y Valencia, están bajo el control de mafias, narcotraficantes y guerrillas. En realidad Venezuela tiene casi todas las características de un Estado depredador donde sus gobernantes se dedican a preservar sus intereses particulares mediante el pillaje, el saqueo impositivo, la devastación de las instituciones y la carencia de una sana división de poderes, imponiendo su poder omnímodo con la sumisión de la Justicia. Este tipo de Estados, obviamente, se caracterizan por altísimos niveles de corrupción e impunidad y tienden a facilitar las actividades de la criminalidad organizada, en particular el narcotráfico.

Además, Venezuela ya tiene buena parte de las características de un Estado fallido, que se tipifica por la pérdida de control físico del territorio o del monopolio del uso legítimo de la fuerza, erosión de la autoridad legítima en la toma de decisiones, colapso de los servicios básicos, su gobierno es débil e ineficaz y presenta altos niveles de corrupción y criminalidad. En fin, es un verdadero fracaso social, político, y económico. Como nos recuerda Juan Carlos Rey: “Ante el empeoramiento de la situación económica y la consiguiente disminución de los recursos monetarios, unido a la falta del carisma de Chávez, Maduro tiende a emplear, cada vez más, los medios de represión de las dictaduras tradicionales”. Sus instrumentos de movilización y represión son del tipo y estilo militar. En efecto, el gobierno Maduro se mantiene básicamente por el control que aún ejerce sobre el Alto Mando de la Fuerza Armada, transformada en guardia pretoriana del régimen. El gobierno se acerca cada vez más a la categoría de “totalitarismo fallido” que ha desarrollado el politólogo Michael Waltzer. Se trata de un régimen que tiene vocación y objetivos totalitarios, pero le falta capacidad y eficiencia para concretarlos, el resultado, nos dice Waltzer, ”es alguna forma de tiranía chapada a la antigua, pero disfrazada con un ropaje fascista o comunista”. Pero la impresionante masiva participación, particularmente de los sectores más desposeídos en la reciente consulta popular rechazando al gobierno, anticipa que los tiempos del “cambio” están “maduros”.

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