Las innumerables arbitrariedades y extravagancias atribuidas al emperador romano Calígula durante su breve paso por el poder dejaron fuera de toda duda el carácter excéntrico e incluso demente de su personalidad.

Durante los primeros meses de su reinado, Calígula ejerció una política de marcado tono demagógico-populista, lo que le permitió gozar de alguna popularidad entre sus súbditos. Presa de una enfermedad que afectó su mente, pronto empezó a cometer sus célebres extravagancias.

Entre toda la información gráfica que se ofreció por televisión de los actos callejeros de rechazo y desafío al nuevo presidente estadounidense en Washington, en otros Estados norteamericanos y otros países, se grabó en mi retina el cuadro que mostraba a policías antimotines tratando de disuadir a manifestantes descontentos, especialmente mujeres, por la investidura de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Eso fue una situación nunca vista en la toma de posesión de los 45 gobernantes que le antecedieron. Presagio de que de hoy en adelante la era de Trump será de constante confrontación y represión al derecho de protesta que tienen los ciudadanos, como ya se está viendo.

El trasfondo de las protestas fue para defender la igualdad, la inclusión, la condena de la discriminación racial, la aversión e irrespeto por el sexo femenino y la cosificación que ese personaje ha hecho de la mujer en su vida privada y pública.

Los sicólogos no tendrán ninguna dificultad en señalar la tipología de la personalidad de Trump, pero quienes carecen de esa disciplina solo pueden verlo como un típico estadounidense ordinario, inculto descendiente de inmigrantes, como lo fueron sus padres, enriquecido, pero ignorante del conocimiento de la existencia de otras culturas ancestrales que han sido el cimiento del Derecho, los valores éticos y morales que equilibran la rotación de la tierra.

Su visión de la vida y su moral parecen estar notoriamente relacionadas únicamente con la riqueza material. Los bostezos manifiestos en la ceremonia religiosa que se le ofreció dieron a entender que no tiene más Dios que el dinero.

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