VENTANA

El jardín secreto de Carmen

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El pasado 15 de febrero asistí a la exposición de 30 acuarelas, dibujos y tintas, todos extraordinarios, del paisaje natural de la costa sur de Guatemala, de Carmen L. Pettersen, en el Museo Ixchel del Traje Indígena. A Carmen se le ha conocido más por su libro Maya de Guatemala, que ilustró con 61 acuarelas de una finura indescriptible. Fue publicado en 1976. Rosina Cazali, curadora y escritora, comenta que esta obra “es la referencia documental más importante y completa de trajes y textiles del altiplano”. Ahora bien, yo creo que la pasión de Carmen se dividió entre la pintura de paisaje y la recreación de su jardín secreto de la Costa Sur. Lo demuestra la vasta obra que comprende más de 400 pinturas; la mayoría acuarelas, que documentan el ecosistema natural de la Costa Sur. Es por eso que la exhibición reciente fue titulada Naturaleza, Cultura y Paisajes de la Bocacosta Guatemalteca, 1930-1984. Carmen captura el espíritu recio de la selva virgen. “Su pincelada magistral manifiesta la vocación de paraíso de nuestro territorio, que evoca su nombre original “Guatemala, tierra de bosques”, agregó el Clarinero.

Carmen nació en Guatemala, en el año 1900. Su familia se trasladó a Londres cuando tenía 4 años de edad y creció allá. Desde los 9 años mostró su talento artístico, por ello sus padres la inscribieron en el “Polytechnic Art School de Regent Street”, donde estudió pintura. En 1923 regresó a Guatemala. Aquí se casó con Leif Lind Pettersen, de origen noruego. Se establecieron en la finca El Zapote, en las faldas del Volcán de Fuego. Fue en ese clima cálido, de suelos fértiles y lluvias torrenciales que Carmen dedicó gran parte de su tiempo a pintar el paisaje local y a cultivar un bellísimo jardín de 15 manzanas, con las plantas endémicas de esta exuberante región. Venancio Tuac fue su “mano derecha”. Hasta la fecha, con sus 80 años, cuida “ese jardín secreto” de Carmen, donde florecen helechos, palmeras, jacarandas, matilisguates. Actualmente se le considera uno de los mayores jardines botánicos de Centroamérica.

El género de la acuarela requiere maestría con el pincel y mirada de halcón. Carmen poseía estas dos cualidades, al punto de que sus cuadros, al retratar el intrincado dosel de lianas que caen de las ramas de las ceibas, nos introducen al interior del bosque tropical y nos provocan escuchar hasta el zumbido de los mosquitos. “Carmen pintaba —in situ—, me dijo Mariel de Blasberg, miembro de la Fundación Carmen L. Pettersen. “Ella se cubría con sacos de brin y un sombrero de apicultor para evitar las picaduras de los insectos”.

Carmen expuso por última vez en la Sala Enrique Acuña, de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en 1977. En su discurso lamentó la desaparición de las selvas en la Costa Sur y la deforestación en el Altiplano. Sugirió que buscáramos un balance entre el desarrollo económico y la conservación de nuestros recursos naturales. Ya pasaron 40 años desde que Carmen, como país, nos puso entre la espada y la pared: o recreamos nuestro paisaje original o morimos. Imagino que su propuesta es la recreación de su jardín secreto. ¿Por qué no crear jardines comunitarios como una estrategia sostenible de vida? ¿Por qué no contribuir a salvar la fauna de la bocacosta debido a la grave pérdida de su hábitat? ¿Por qué no, quienes tienen grandes extensiones de diversos cultivos, se unen para desarrollar un espacio de vida, un corredor biológico, que contrarrestaría la pérdida de la biodiversidad? No estamos solos. Este ideal del futuro ya se está haciendo en Costa Rica, Brasil, Alemania, España y Bután.

clarinerormr@hotmail.com

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