PERSISTENCIA

El neoténico homo sapiens

Margarita Carrera

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Conveniente es reconocer al ser humano en su totalidad física y psíquica para comprenderlo. Así, uno de los puntos básicos que lo configuran es (de acuerdo con Ferencsi) la represión psíquica (fuente primordial de su “instinto de muerte”) que está ligada a la represión biológica, siendo la primera una consecuencia fatal y natural de la segunda.

Luis Bolk lanzó en el año de 1926 la controversial teoría que establece, en el campo de la biología actual, que la constitución anatomofisiológica del “Homo sapiens” sufre, en su desarrollo biológico, una retardación o fetalización.

En esta la llamada teoría “neoténica”, la cual no puede dejar de tener consecuencias antropológicas de gran importancia que inciden en la cultura.

También en el año de 1926 subraya Freud el impacto neurotizante que la civilización ejerce sobre el hombre.

Es decir, si por una parte (biológica) el hombre nace como “inacabado”, “desvalido” y “dependiente”; por otra (civilizadora), se ve sometido a la represión, que engendra en él conflictos anímicos casi insuperables.

Hasta después de un año de vida extrauterina, el hombre no ha alcanzado el grado de formación de un mamífero superior. Esta retardación biológica da lugar a la creación de un “útero social” (que lo protege pero, al mismo tiempo, le somete a una intensa represión sexual a partir de los cinco años).

“Este factor biológico —afirma Freud— establece, pues, las primeras situaciones peligrosas y crea la necesidad de ser amado que ya no abandonará jamás el hombre”.

Según Freud, el hombre debe a la “teoría neoténica” tres aspectos de capital importancia en su desarrollo: a) su fijación infantil, b) su agobiante necesidad de ser amado, c) el surgimiento de la diferencia del Yo (la razón o mundo consciente) y del Ello (lo racional o mundo instintivo).

Igor Caruso (que pertenece al Círculo Vienés de Psicología Profunda) indica que si bien todo un grupo de psicoanalistas ha reflexionado sobre el hecho de que “la civilización es un intento, siempre reiterado y jamás acabado, por establecer la ausencia de tensión que caracteriza la ‘vida intrauterina’…”, este estudio “no lo hicieron los llamados ‘culturalistas’ en psicoanálisis, sino, por el contrario, los que permanecieron fieles a la preocupación del maestro (Freud) por el motivo de la muerte…”. Así es como establecieron un nexo entre este motivo de muerte (o instinto de destrucción que en el hombre culmina en asesinatos, masacres y guerras) y la relación entre la evidente retardación del hombre con respecto a su civilización que le exige más de lo que él puede dar. De ahí que Freud viera en la civilización un producto de la represión que conduce al hombre a las enfermedades mentales.

El intenso desarrollo que tiene la civilización no coincide con la retardación que, por su naturaleza (anatomofisiológica y psíquica) sufre el hombre en su crecimiento, el cual siempre va a la zaga. Por ello Freud mismo veía en la civilización un producto de la represión, y en la represión un producto necesario de la cultura.

Antropólogos contemporáneos, especialmente psicoanalistas, han descubierto, afirma Caruso, “la interacción específicamente humana entre las fuerzas regresivas del hipotético ‘instinto de muerte’ y las fuerzas de una civilización en constante progreso…”. De acuerdo a ello deduzco que el “neoténico Homo sapiens” se enfrenta a la acción represiva de la civilización de dos extremas maneras: destruyendo a sus congéneres en asesinatos, masacres, guerras; o bien construyendo, esto es, creando una “cultura”.

Se establece, así, según mi parecer, una lucha entre civilización y barbarie, o una lucha entre civilización y cultura. La primera conlleva odio, destrucción, muerte; la segunda, amor, construcción, vida, arte.

Dentro de “la cultura”, por la cual se enfrenta el “neoténico Homo sapiens” a la acción represiva de la civilización, está, como expresión máxima, el arte, que conduce al humano a su total realización.

margaritacarrera1@gmail.com

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