LA BUENA NOTICIA

El rostro del Espíritu

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El 50 aniversario de la Renovación Carismática Católica, este 2017, es ocasión para profundizar en aquel “Espíritu que se debe invocar para avivar la vida en Cristo”, aconsejaban a W. Storey y R. Keifer profesores de la Universidad de Duquesne, los “cursillistas” R. Martin y S. Clark cuando aquellos en oración pedían el don del Espíritu Santo, allá por 1967, fecha registrada del nacimiento de la Renovación. Dos años antes, San Juan XXIII había convocado a un “concilio” para “abrir las ventanas de la Iglesia y que entrara un aire de aggiornamento”.

A petición del Papa Francisco, ya desde 2016 el aniversario se celebra con espíritu ecuménico desde este 30 de mayo al 5 de junio en todo el mundo, “pidiendo al Espíritu que cambie nuestros corazones de piedra en corazones de carne” (Santa Marta, 6.12.2016).

La Buena Nueva de este domingo presenta, aún con la celebración de la Ascensión de por medio antes de Pentecostés, “dos de rasgos” del más importante factor de una verdadera vida en Cristo: 1) Es un Espíritu “Paráclito” (del griego parakaléo = fortalecedor, asistente, o como bien se traduce en algunos textos, “abogado”): alguien que, según el proceso romano, “está junto al acusado y le instruye en la defensa de la verdad ante todo acusador”, como los que juzgaron a Cristo y lograron confundir la ley con la justicia. Y es que el cristiano en el mundo tiene un desafío doble: ante todo, un alejamiento del “apego a la verdad” entendida como lo que realiza auténticamente al ser humano, a la sociedad y coloca frente al mundo y a la historia debidamente. La sentencia de San Agustín: “lo que más desea el alma es la verdad” (cfr.) parece ceder hoy a la prevalencia de la emoción y la artimaña, de modo que se admira al que “se sale con la suya”, según el filósofo rumano E. Ciorán (1911-1995): “Hoy por hoy, la mentira se considera una forma de talento”. En el fondo, el “acomodarse a la mentira” —en el caso de la religión de “emociones sin verdades”— es siempre más agradable e inmediato. El teólogo luterano K. Barth (1986-1968) decía: “Es como escoger entre el océano profundo que intimida con solo acercarse (la verdad completa) y la sencillez de un arroyo pequeño, aparentemente claro, pero superficial (la ideología)”.

El grave desinterés por las “grandes preguntas y las grandes respuestas”es propio de generaciones que lo encuentran ya todo respondido en Google, en las emociones que se suceden cada día, en un “dormirse en el viaje del presente, cómodamente, sin preguntarse a dónde nos están llevando los que deciden”.

Por otra parte, el testimonio de la verdad sobre el hombre, el mundo, la historia y hasta sobre el mismo Dios, es siempre un “debate” ante reduccionismos de toda clase: sobre el Estado (percibido como un dador de derechos sin pedir obligaciones), la comunidad (el escenario de los entretenimientos o subsistencias descomprometidas), la práctica religiosa (la dosis de adrenalina y sentimiento de seguridad semanal sobre todo en sociedades de inseguridad y pobreza); 2) El Espíritu hace posible más que signos que pasan, la caridad auténtica e imperecedera según San Pablo: “Si no tengo amor, nada soy… pasará la profecía, desaparecerán las lenguas, acabará el don de conocimiento…” (1Co 13, 2 y 8).

Que el Espíritu Santo asista a los Obispos guatemaltecos en Visita al Sucesor de Pedro esta semana entrante, y sea quien empuje siempre su misión, saliendo de sí mismos proclamando la Verdad y percibiendo en cada momento la presencia del Resucitado en su ministerio (P. Francisco, D. Buen Pastor, 2017).

amons.esc@gmail.com

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.