CON OTRA MIRADA

La luna de octubre

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“De las lunas, la de octubre es más hermosa, porque en ella se refleja la quietud de dos almas que han querido ser dichosas al arrullo de su plena juventud…”, decía con pasión mi madre cuando el plenilunio emergía del horizonte y que yo atribuía a su propia inspiración, siendo que cumplía años el día 24; pero no, era la letra de una canción de Pedro Infante, ídolo de su tiempo.

Octubre con luna o sin ella, de cumpleaños o no, siempre fue tema de plática en la sobremesa de mi casa, fundamentalmente por lo que significó para nuestro país la revolución del día 20 de 1944, movimiento social y político que puso fin a la última dictadura del siglo XX que el general Federico Ponce Vaides quiso perpetuar. Junto a la amistad personal de mis padres con sus principales actores, cada quien con sus parámetros, no dejaron de citar aquel hecho y sus importantes logros sociales, económicos, políticos y transformaciones institucionales que dieron lugar a la llamada Primavera Democrática. Fue un momento determinante en nuestra historia, frustrado en 1954 por traidores e intereses espurios, propios y ajenos, que desde entonces se enquistaron en el Estado, en donde todavía están.

La política forma parte de las llamadas ciencias sociales, junto a la economía y la sociología, con las que interactúa. En cualquier caso, no por llamársele “ciencia” su producto es químicamente puro como pretenden algunos o una ciencia exacta comparable al uno más uno que siempre sumará dos. En política, los enunciados, planteamientos y resultados no son precisos ni nada que se les parezca, por lo que desear que así sea resulta tanto ingenuo como equivocado. Su definición como el arte de lo posible me parece más apropiada.

Hoy, 62 años después de haber matado la ilusión de un pueblo por un mejor futuro, todavía hay trasnochados que exigen pruebas documentales sobre hechos y acciones políticas que justifiquen lo injustificable, imposibles de ofrecer, pues las decisiones políticas no son registradas en bitácora, como si se tratara de un proceso científico, que evidentemente no es.

Es como pretender demostrar la pureza del juicio, si es que lo hubo, en que se acusó de haber matado al coronel Carlos Castillo Armas, a mitad del pasillo, al soldado de guardia entre el Palacio Nacional y la Casa Presidencial. Al pobre infeliz e iletrado soldado le “encontraron” entre su ropa cartas escritas en ruso, motivo más que suficiente para llevar a escena la tragicomedia de la conspiración comunista en contra del traidor. Fueron a todas luces sus compañeros políticos, a quienes también traicionó, quienes lo asesinaron ante su desmedida ambición por erigirse como único candidato presidencial.

¿Pruebas documentales de los asesinatos de “peligros” intelectuales como Adolfo Mijangos López, Alberto Fuentes Mohr, Manuel Colom Argueta? ¿Enjuiciamiento a sus autores materiales e intelectuales? ¡…esperaré sentado, confiando en la reencarnación!

Mientras tanto, contemplaré la luna, escucharé a Pedro Infante y recordaré a mi madre en el día de su cumpleaños.

jmmaganajuarez@gmail.com

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.

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