VENTANA

¿Podríamos repetirlo?

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En este mes de abril cumplimos un año de haber iniciado las manifestaciones pacíficas en la Plaza de la Constitución, luego de que el MP y la Cicig revelaran el caso La Línea y que ello finalmente condujera a la captura del binomio presidencial. Ha sido un año de reclamo, de lucha ciudadana para transparentar la corrupción en el Estado. Hace algunos días el Clarinero me preguntó: “¿Hacia dónde va Guatemala? ¿Qué fue lo que pasó hace un año? ¿Podríamos repetirlo?”.

En 1977 le otorgaron a Ilya Prigogine el Premio Nobel de Química, por sus trabajos sobre el concepto de “estructuras disipativas”. Voy a utilizar el pensamiento de Prigogine para contestar a la pregunta qué fue lo que pasó el año pasado. Para Prigogine, el futuro puede verse desde el pesimismo, que paraliza, o el optimismo, que asume que todo se arreglará y no se hace nada; o desde la posibilidad de imaginar que existe un futuro que sí funciona porque podemos crearlo. Una manera sencilla de explicar qué son las estructuras disipativas es utilizar el proceso del cambio del agua que al ser calentada pasa de un estado líquido a uno gaseoso y se transforma en nube. Las estructuras disipativas son eso, cambios profundos en la organización de los ecosistemas, donde hay algo que cambia, que es el orden, que es la nube, y hay algo que se conserva, que es el agua. Las estructuras disipativas son islas de orden que navegan en el océano del caos.

Hace un año nuestro sistema social entró en inestabilidad cuando reconocimos el alto nivel de corrupción de nuestros funcionarios. La indignación caldeó los ánimos y miles de guatemaltecos que estábamos separados nos unimos y nos transformamos en una nube humana que generó cambios significativos. Prigogine, desde su punto científico, lo explica así: “Las moléculas pueden comunicarse. La coherencia entre ellas ocurre cuando dejan de estar en un estado de equilibrio. En equilibrio cada molécula solo puede ver a sus vecinos inmediatos. Fuera de equilibrio, el sistema se ve en su totalidad. Se podría decir que la materia en equilibrio es ciega, pero al entrar en inestabilidad empieza a ver”.

Prigogine se refirió a este tema en un famoso ensayo con el título La filosofía de la inestabilidad, que presentó en el Club de Roma, en 1987. La idea que sostiene es que la realidad cuando es estable y está en equilibrio se estanca y sus elementos están separados. Pero existe otro lado de esa misma realidad que es inestable, como cuando el sol calienta el agua y la transforma en gaseoso. En ese estado de inestabilidad dejamos de ser seres individuales y nos convertimos en “colectividad”. Nos comunicamos y del diálogo surge lo tangencial, lo nuevo, lo creativo. Estas son algunas propiedades de las estructuras disipativas: 1. Emergen espontáneamente y se autoorganizan. 2. Son irreversibles. Una vez el sistema elige una bifurcación no hay marcha atrás. 3. Son impredecibles. No se sabe hacia dónde evolucionará el sistema. 4. Dependen de pequeñas fluctuaciones. De allí la expresión: “cuando una mariposa mueve sus alas en Tokio crea un terremoto en Nueva York”. Para mí, esas pequeñas vibraciones fueron las caminatas, el canto del himno, las trompetas, las pancartas, esa comunicación intensa, espontánea, nos cohesionó. Ahora que tenemos un animal de mil cabezas que es el Congreso, especialmente los “legisladores” de la bancada oficial, la pregunta es: ¿Podríamos unirnos otra vez? En la nueva biología el proceso de la evolución del mundo no se dio solamente por la sobrevivencia del más fuerte, sino quienes lograron autoorganizarse.

#Giordano Renuncia ya!

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