CON NOMBRE PROPIO

¿Queremos cambio?

|

También en el 2015 se cumplen 19 años de firmada la paz. Terminó una guerra que enlutó a todas las clases sociales, a todos los departamentos y a personas de todos los pensamientos. Con la firma se tuvo esperanza de que, por lo menos, se sentarían las bases para lograr la creación de una política de desarrollo integral que favoreciera a los más olvidados, que las causas estructurales del conflicto se enfrentarían y, por fin, podríamos vivir bajo un régimen de derecho.

En cada aniversario existen quienes, casi por consigna, le restan importancia al hecho más importante de la historia reciente.

Este año se realizará la octava elección consecutiva para elegir nuevo Congreso de la República y presidente. En nuestra historia jamás habíamos tenido esta oportunidad y no hay, o por lo menos nadie dice tener, reservas con el Tribunal Supremo Electoral —en teoría— a quien le guste este gobierno seguirá votando por ese partido, y a quien no le guste, votará por otro. Pero la pregunta es ¿un cambio de gobierno representa un cambio al país? Cada quien debe responder; es fácil perder la fe en el sistema. El desencanto con nuestros políticos es abrumador. Cuesta seguir creyendo, cuesta creer en las elecciones y cuesta más creer en nuestra Constitución de la República.

Treinta años en la vida de un país no es nada. Treinta años en la historia no es nada. En el siglo anterior los dictadores y los regímenes autoritarios tuvieron mucho más años y por eso nuestros padres y nosotros mismos crecimos donde la libertad era un artículo de lujo.

Claro que hay futuro y esperanza. Ese futuro y esperanza, más que todo, está en los jóvenes, en generaciones que crecen ya no con el fantasma de la guerra, ni la figura del Estado asesino.

Estas líneas vienen a la mente porque hay gente interesada en terminar con la precaria y pírrica democracia que tenemos, en vez de fortalecerla están empeñados en ignorarla y romperla.

Los jóvenes son quienes alcanzan logros en muchas nuevas áreas —deportivas, tecnologías, en las ciencias y en las artes—, así como ellos, esta democracia —maltrecha si se quiere— necesita de nuevos ciudadanos. Si se quiere un cambio, no hay otra receta: involúcrese.

Los cambios se forjan, no se hacen solitos. Se requiere de gente joven con nuevas ideas y no gente joven que quiere hacer los mismos trinquetes. Nueva sangre sin miedo al futuro. Sí hay futuro y ese futuro se escribe con juventud.

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.