PLUMA INVITADA

Región de la oportunidad

Carlos Alberto Cerda

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¿Cuál es el pasado?, ¿cuál es el presente? y ¿cuál es el futuro que persiguen los países centroamericanos, como repúblicas y como miembros del Sistema de la Integración Centroamericana (Sica), en un mundo globalizado?, son interrogantes que demandan atención especial en el contexto actual, a propósito de las elecciones en Nicaragua y Guatemala.

Pérez Brignoli (2010) describe la primera mitad del siglo XX en Centroamérica así: “Más que en ser sociedades con profundas desigualdades, la originalidad centroamericana puede buscarse en cómo estos hondos desequilibrios se tradujeron en una vida política de exclusiones. En la práctica, la vigencia de las instituciones liberales fue sobre todo eso: un inmenso monólogo de las clases dominantes consigo mismas”.

De manera que el pasado ha heredado grandes lecciones; sobre todo dos: el Estado no debe ser indiferente a las desigualdades sociales y debe hacer posible el ejercicio pleno de ciudadanía.

Por otro lado, Centroamérica no escapa al fenómeno de las revoluciones que tomó vigencia a nivel mundial en el siglo XX. Torres-Rivas (2011) señala: “En Centroamérica los movimientos revolucionarios se iniciaron en momentos distintos pero cobraron fuerza de masas y expresión militar (…) Los movimientos de protesta surgieron con oportunidades que el Estado dio”.

Los países centroamericanos debaten, con grandes costos sociales, cuál es el sistema político ideal, sin decir que este proceso de aprendizaje posibilita que un pequeño grupo considere la cosa pública como un negocio particular, a veces en colaboración con grupos fuera de la ley.

Ossorio (2013) describe tres conceptos sobre democracia que pueden enriquecer la búsqueda de un futuro próspero: democracia en sentido estricto, la esencia de la democracia depende de las libertades individuales, de la división de los poderes y de la pluralidad de los partidos; democracia semidirecta, el poder es ejercido normalmente por los representantes del pueblo, pero en la que los ciudadanos pueden intervenir directamente en ciertos casos, y democracia autoritaria: rechaza el pluralismo y la separación de los poderes del Estado, en provecho del partido único y de la unidad del poder estatal.

En materia de integración, el Sica tiene sus propios desafíos, especialmente en el tema de la competencia de la Corte Centroamericana de Justicia y en el papel de los máximos tribunales nacionales al pronunciarse sobre temas relacionados con la integración regional.

Al efecto, vale la pena recordar las líneas del profesor Otilio Miranda, S.J. (2013): “Desde una perspectiva pragmática vamos a entender la integración regional como un proceso mediante el cual los Estados que se integran crean un sistema con propósitos, principios, y atribución de competencias a los órganos regionales a cambio de beneficios generados por la acción conjunta”.

Parece que la clave para el futuro está en perseguir un modelo que responda a la realidad de la región (un Estado Constitucional), capaz de superar las desigualdades sociales, hacer prevalecer el imperio de la ley y facilitar de la integración centroamericana.

Ojalá que se cumpla en los países de la región las líneas que escribió José Cecilio del Valle en 1821: “No hollarán los unos los derechos de los otros: el hombre se respetará a sí mismo en sus semejantes; y la moralidad, que es el respeto mutuo de los derechos de todos, brillará al fin en las tierras donde ha sido más ofuscada”.

El futuro que desean conquistar los países centroamericanos, como repúblicas y como miembros del Sica, depende de sus propios ciudadanos. Siempre hay oportunidad para avanzar a mejores horizontes.

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