SI ME PERMITE

Se es madre, no se hace

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No hay ninguna duda de que la tarea de madre es atender una infinidad de cosas, unas previstas y otras imprevistas, algunas de perfil rutinario que no se valoran y otras eminentemente heroicas que dejan marcada la vida de los que la rodean.

Pero por encima de todas ellas, el ser madre es lo más trascendental para los hijos porque marca la vida de estos en muchas cosas que ni siquiera se pueden explicar.

Por ello es correcto pensar que en nuestro mundo, entendiéndolo como sociedad, después de Dios nuestro creador, las madres son las únicas que pueden salvar de la decadencia que estamos sumidos y empezar a salir para mejorar; de lo contrario repetiremos nuestros males y cada vez en formas más decadentes.

Debemos reflexionar en las personas que más admiramos y por qué lo hacemos, y debemos aceptar que hay algo que las madres de esas personas aportaron, algo que ellos han ganado nuestra admiración.

En igual manera, personas que catalogamos como insoportables y se nos hace casi imposible convivir o estar con ellas, cuanto de lo que ellos son es porque sus madres hicieron o no hicieron lo que se debería hacer y por ello son como son.

Y de igual manera deberíamos introspectivamente evaluar dónde estamos nosotros.

Nuestra sociedad de hoy ha recibido sin mayores comentarios una herencia que hace lo que somos nosotros, y por ello usted escucha frases como estas: “En mi tiempo, Dios guarde que yo hiciera eso, te puedes imaginar lo que me hubiera pasado… pero hoy no les importa”, y si hoy es así, ¿cómo será mañana?

Posiblemente le ha sucedido a usted como lo que he experimentado personalmente, cuando uno trata o trabaja con alguien y tiene una serie de incógnitas y no puede explicarse por qué esta persona es como es, pero en un día determinado por alguna razón llega a conocer a la madre de esa persona, y todos los pedazos del rompecabezas encajan en una perfección, porque entonces uno entiende el porqué, así lo formaron, esas son las normas con las que lo instruyeron, y lógicamente es lo que es.

En este día, al honrar a las madres, deberíamos reconocer y destacar las virtudes que se nos fueron sembradas con toda sabiduría y paciencia por esa mujer que nos crió y nos encarrilo en la vida.

Y si por alguna razón la persona no dio la talla para el trabajo que le tocó hacer, no seamos jueces, porque no nos corresponde a nosotros juzgar. Nuestro papel es perdonarlas y corregir nuestro andar para que el problema no se repita en la próxima generación.

Finalmente, razón tiene el Creador cuando en sus normas nos pide: “honra a tu padre y a tu madre”. Esto no es cuestión de afecto y romance, sino simplemente es cuestión de voluntad y cosa de misión cumplida, y si entendemos la dimensión, una vez que nosotros lo hayamos hecho se nos honrará también, porque es en beneficio propio.

El medio en el que nos movemos, al ver a la niñez y la sociedad en general, no nos da un cuadro agradable; claro, podemos quejarnos y decir muchas cosas, pero esa no es la solución. Por qué no preguntarnos: “¿Qué puedo hacer yo para que esto pueda dar un giro para ir buscando cambios favorables?”, y empezar a visualizar una mejor Guatemala.

Por favor, no espere que los candidatos políticos hagan algo, dejemos que ellos muestren con su proceder qué tienen que enseñarnos y nosotros hagamos lo nuestro.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.