Los términos alma y psyqué

Margarita Carrera

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Por ello he acudido al Diccionario Griego-español, de José M. Pabón, de donde tomo los significados.

Veamos, ahora el significado de psyqué: “soplo, hálito, aliento vital; fuerza vital, alma (como principio de la vida; latín: ánima). Vida… ser viviente, ser querido; espíritu (como sede de sentimientos y afectos) …inteligencia, espíritu, ingenio; voluntad, deseo, apetito, gusto, sombra de un cuerpo”.

En la palabra psyqué se da la connotación de inmortalidad, como el término “alma”. Además, la Psicología une los vocablos psyqué y soma (mente y cuerpo) y forma el vocablo “psicosomático (que tampoco se encuentra en ningún diccionario), para referirse a la íntima e indisoluble relación que existe entre “psyqué”, mente y “soma” cuerpo. Es cierto que a partir de Platón se establece —entre los filósofos— la creencia en el “otro mundo”, denominado “topos uranos” o mundo de las ideas; al mismo tiempo surge la convicción en la “inmortalidad” del alma. Sin embargo, La Ilíada y La Odisea, de Homero, nos revelan las creencias fundamentales del hombre griego. Una de ellas (la que le lleva a adoptar una actitud trágica ante la vida) es la concepción de la muerte.

Al morir el hombre griego cae en el peor de los males. Su psyqué no se dirige como espíritu puro a otro mundo mejor (paraíso) o peor (infierno), sino convertido en “sombra del cuerpo”, desciende a un lugar de sombras, en donde yacen todos los muertos; “el Hades”.

No es, pues, Platón quien nos proporciona una imagen exacta del “más allá” en la que creen los griegos de la época heroica y trágica, sino Homero. Este, en La Odisea (rapsodia XI: Evocación de los muertos) describe la tristeza y el dolor que cunde en “el Hades” (Infierno) o lugar de los muertos: “Allí están el pueblo y la ciudad de los Cimerios entre nieblas y nubes, sin que jamás salga el sol resplandeciente los ilumine con sus rayos, ni cuando sube al cielo estrellado, ni cuando vuelve del cielo a la tierra, pues una noche perniciosa se extiende entre los míseros mortales…”.

Como noto, los hombres son llamados “míseros mortales” (dándose por inexistente y desconocida la inmortalidad). Además se establece que, después de la muerte, confluyen todos en un mismo lugar de “tinieblas caliginosas” denominado “Hades”, descrito también como: “mansión de los muertos”, “región desapacible”, pleno de “oscuridad tenebrosa”.

Las palabras de Anticlea, madre de Odiseo, son un veraz documento: “—Ay de mí, hijo mío, el más desgraciado de todos los hombres! No te engaña Persefonea, hija de Zeus, sino que esta es la condición de los mortales cuando fallecen: los nervios ya no mantienen unidos la carne y los huesos, pues lo consume la viva fuerza de las ardientes llamas tan pronto como la vida desampara la blanca osamenta; y el alma se va volando, como un sueño. Mas procura volver lo antes posible a la luz y llévate sabidas todas estas cosas para que luego las refieras a tu consorte”.

Esta concepción del más allá pleno de sombras, dolor y lamentos es la que priva en el griego de la época de la tragedia. Las palabras de Nietzsche son irrebatibles: “…el auténtico dolor de los hombres homéricos se refiere a la separación de esta existencia, sobre todo a la separación pronta… Siempre que resuena el lamento, éste habla del Aquiles de corta vida, del cambio y paso del género humano cual hojas de árboles, del ocaso de la época heroica”.

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