Revista D

Agricultura ancestral

Para enfrentar los efectos del cambio climático, los campesinos están recurriendo a prácticas heredadas de sus antepasados.

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(Foto Prensa Libre: TNC)

“Ya no llueve como antes, todo ha cambiado. La tierra no produce igual. El tiempo está loco”. Estas son algunas de las quejas de muchos  guatemaltecos, pero sobre todo de quienes viven  en el área rural y su fuente de trabajo son las siembras y cosechas.

Este sentir refleja sus experiencias de cómo el cambio climático ha impactado en sus vidas, en la reducción o perdida de sus cultivos, la escasez de agua, el surgimiento de plagas y la  vulnerabilidad de sus tierras ante posibles desastres como las inundaciones, los deslizamientos, las heladas y las granizadas.   

“Esto indica que a nivel comunitario existe conciencia de que hay variaciones notables en el comportamiento del clima que afectan los medios de vida de la población, pero particularmente de quienes dependen de condiciones favorables para sus actividades productivas”, indica el informe El conocimiento tradicional y adaptación al cambio climático: percepción local e identificación de prácticas de adaptación al cambio climático,  que será publicado a principios del próximo año por el programa Clima, Naturaleza y Comunidades en Guatemala, de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés).

Sabiduría heredada
Para enfrentar estos efectos los campesinos están recurriendo a las prácticas ancestrales como colecciones de tipos de semillas, empleo de productos naturales para combatir plagas y métodos para fertilizar la tierra. Están fortaleciendo, además, instituciones locales que luchan por la conservación de recursos naturales como el agua y los bosques.

“Los comités de agua existen desde hacen muchos años, pero ahora son más rigurosos con los controles. Le presentan ofrendas florales a los nacimientos de agua como agradecimiento por el recurso, y son más cuidadosos con los bosques hasta el punto de pedirles permiso para botar un árbol, porque saben que va a tener impacto  en la producción de agua”, cuenta Jorge Cardona, especialista en cambio climático de The Nature Concervancy (TNC).

Para almacenar agua para el ganado cavan lagunetas en las cuales captan la lluvia. También construyen grandes cajas de madera o lámina que luego forran internamente con plástico donde cae la lluvia de los techos. En este caso se emplea para uso  doméstico. “Con esto pueden tener  agua hasta para seis u ocho meses durante la época seca, lo cual les ayuda a mejorar sus cultivos, su vida y su alimentación”, afirma Sebastián Charchalac Santay gerente regional de TNC.

Las heladas, que durante los últimos meses han azotado la región del altiplano, también provocan problemas a los campesinos, por lo cual están recurriendo a prácticas locales. “Para proteger las plantas en su etapa temprana (viveros) y no se quemen, por ejemplo, arman estructuras de madera que cubren con  materiales como madera, paja o plástico. Cuando la escarcha se derrite la usan como agua”, explica  Cardona.

La arena de igual forma se ha convertido en uno de los aliados de los campesinos, especialmente en Los Cuchumatanes, Huehuetenango e Ixchiguán, San Marcos, donde se produce papa. Construyen cajones de tres metros de largo,  tres de ancho y uno de alto, donde intercalan una capa de arena blanca con una de papa.  “Este material actúa como un refrigerador natural que prolonga hasta cinco meses el buen estado de estos productos”, comenta Cardona.

En estas gélidas regiones sus habitantes están haciendo más eficiente el cultivo de la avena forrajera con la cual alimentan vacas, ovejas  y caballos. La siembran en la época de lluvia y la cosechan en los primeros días de la época seca. Después de su corte los agricultores la exponen al sol, y gracias a su experiencia conocen con cuanto tiempo debe hacerse este trabajo para que no pierda su consistencia ni su verdor. Luego la almacenan en galeras.  

Productos  naturales
Las plagas son otros de los azotes contra los cuales los guatemaltecos del área rural deben luchar. Uno de los productos que más emplean desde  tiempos ancestrales para combatir el pulgón es la ceniza. “En Totonicapán esta plaga ataca el  haba, y los campesinos echan la ceniza a la tierra   cuando creen habrá helada, debido a que esta especie  resiste los cambios fuertes de temperatura. También destruye otras plagas”, agrega Cardona.

Después de cosechar granos como el maíz y el frijol, la preocupación de los labriegos se centra en la conservación de los mismos, ya que se calcula que el 30 por ciento de estos comestibles se pierde durante el almacenamiento. Para evitar la infestación,  los lugareños de Nebaj, Quiché, por ejemplo, emplean como repelente una planta que llaman Flor de muerto, la cual colocan en la parte superior de la troja —especie de silo hecho con  madera—.

Emplean como repulsivos el tabaco y el chile, los cuales hierven y luego rocían sobre los productos la infusión.

Utilizan abonos orgánicos o verdes, como la mezcla de rastrojos o restos de alimentos  con el suelo. Lo más importante en esta línea son las  aboneras  donde se mezclan las excretas de los animales, material orgánico, arena, y cal que luego se incorporan al suelo en el momento de la siembra.

Charchalac cuenta que en Quetzaltenango usan una planta conocida como Corazón tranquilo, la cual cortan y mezclan con la tierra a manera de   abono natural.

Recuperación de suelos
En Santa María Chiquimula, Totonicapán, los suelos se degradaron debido a la deforestación y los incendios forestales, entre otras causas. Para recuperarlos, algunos vecinos están practicando la regeneración natural.  “No permiten que las personas o animales entren a un bosque afectado para que así se  regenere. En su interior siempre hay especies nativas que crecen rápido”, indica Cardona.

Se está tratando de incidir en los labriegos para que no solo cultiven maíz y frijol, sino que también cosechen plantas como romero y pericón a través de huertos familiares.

Los sistemas agroforestales permiten sembrar árboles frutales dentro de la tierra destinada a la producción de maíz, para que no solo el suelo se proteja, sino que las personas obtengan  otros ingresos económicos.

Los  regímenes  agrosilvopastoriles inducen a que los campesinos combinen la crianza de animales con la siembra de árboles. Estas prácticas agrícolas, que forman parte del conocimiento heredado de los ancestros, están siendo estudiadas, recuperadas y socializadas entre las comunidades del Altiplano por el programa Clima, Naturaleza y Comunidades en Guatemala de USAID.

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