Revista D

Diseñador del Centro Cívico

Fue uno de los fundadores de la facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos en 1958.

Carlos Haesussler fundó la Facultad de Arquitectura de la Usac. (Foto Prensa Libre Álvaro Interiano)

Carlos Haesussler fundó la Facultad de Arquitectura de la Usac. (Foto Prensa Libre Álvaro Interiano)

Colgados en las paredes de su oficina hay varios reconocimientos que ha recibido a lo largo de 60 años de trayectoria. Los más recientes están, uno sobre otro, en una esquina; son tantos que no les encuentra espacio. Uno de los cuadros que destaca es el título que lo acredita como arquitecto extendido por la Universidad Autónoma de México (Unam), el 29 de julio de 1953.

Carlos Alberto Haeussler Uribio, de 91 años, es uno de los arquitectos más destacados del país. Diseñó, junto a Jorge Montes, Roberto Aycinena, Pelayo Llarena y Raúl Minondo, el Centro Cívico. Además, junto a los dos primeros, proyectó el campus de la Ciudad Universitaria, zona 12. En lo individual, tuvo a su cargo los planos de varias colonias y el puente de El Trébol. Pero su mayor orgullo, asegura, es haber sido uno de los fundadores de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos, en 1958.

A continuación, el resumen de una conversación sostenida en su oficina, en la zona 13.

¿Dónde se formó como arquitecto?

Estudié en la Facultad de Arquitectura de la Unam y me gradué en 1953 —ríe al decir el año—. Regresé a Guatemala y traté de conseguir trabajo, pero me resultó difícil,  porque eran las postrimerías del gobierno de Jacobo Árbenz, por lo que todo era anárquico. Fui a la municipalidad capitalina, pero ya había dos arquitectos: Llarena y Aycinena. Este había sido mi compañero en México.

Fui a la Dirección General de Obras Públicas. También contaban con un arquitecto, pero al final trabajé aproximadamente dos años en esa institución. Fue en esa dependencia donde diseñé el puente de El Trébol (1954 y 1955), el cual tiene como característica interesante que se construyó con el sistema postensado, que en esa época se empleaba poco. También diseñé las torres del Banco Industrial, pero con el método pretensado.

¿Cómo era El Trébol en esos años?

 Era una anarquía absoluta. Tenía un montón de callecitas y había una fábrica de tejidos, que unos 10 años después fue trasladada a otro lugar. Fue entonces cuando  le construyeron las cuatro hojas al puente.

¿Por qué se fue a México?

En ese tiempo no existía la carrera de Arquitectura en el país, y por eso, junto a Aycinena, nos inscribimos en la Unam. Cuando regresé, junto a Montes y Aycinena fundé la Facultad de Arquitectura en la Usac, lo cual constituye mi principal orgullo.

En esos años, el Gobierno construía todas las obras, y muchas aún permanecen. ¿Qué opina de que en la actualidad se las asignen a empresas privadas y se deterioren con mucha facilidad?

Eso hay que disgregarlo un poco. En  el pasado, como en la época de Jorge Ubico, hubo mucha honradez en las obras que manejaba el Gobierno; nadie robaba, entonces sí eran rentables para el país. Posteriormente, empezó a aumentar la cantidad de proyectos, y como es costumbre, al Gobierno le es difícil manejar estas cosas, por lo que fue ahí donde nació la idea de otorgar por contrato. Creo que es bueno, pero si hubiera honradez. ¿Por qué no tener un supervisor que vele porque se ejecuten las instrucciones de lo planificado?

En las carreteras, por ejemplo, para que salgan más baratas se emplean materiales de menor calidad, y en los edificios, menos hierro. Creo que los sistemas por contrato son buenos, siempre y cuando haya una organización honrada que vigile las obras.

Usted se dedicó más a la obra privada. ¿Qué otras diseñó?

 Tengo 60 años de haberme graduado, y durante ese tiempo he tenido la oportunidad de hacer bastante. Uno de mis mayores  aportes es, junto a un grupo de profesionales, haber introducido un montón de ideas nuevas en la construcción. También diseñé las colonias Jardines de la Asunción, Utatlán 1 y 2, Molino de las Flores y San Francisco, aplicando nuevos conceptos en relación con la época.

¿Qué piensa cuando observa esas colonias y recuerda que ahí está su creatividad?

 Me alegra, y satisface haber participado en el diseño de la ciudad, pero no fui solo yo, en ese tiempo todo el mundo estaba cambiando, entonces ese aporte también fue producto de la época. La arquitectura siempre es producto del tiempo y cambia cuando surgen nuevos materiales o sistemas. La arquitectura de principios del siglo XX, por ejemplo, cambió con el hierro y el concreto, a pesar de que los romanos ya habían construido con puzolana, un material similar al concreto.

¿Cómo se involucró en el diseño del Centro Cívico?

Todas las cosas tienen su desarrollo lógico, y en el Centro Cívico coinciden muchas situaciones. En esos años se prolongó la Sexta Avenida, porque la ciudad llegaba solo a la 18 calle, donde había un cerro y sobre él, una iglesia. Para lograrlo, lastimosamente, aplanaron, porque pudieron haber hecho lo mismo dejando el cerro, pero se abrió la Sexta Avenida, y con eso la ciudad se amplió hacia el sur.

La Municipalidad empezó a buscar un espacio en el lugar, así como también el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, el Crédito Hipotecario Nacional y el Banco de Guatemala. Principiamos a tener contacto con el Banco de Guatemala, especialmente Montes y Minondo, y observamos que todo iba a estar apretado y sin ninguna relación. Fue entonces cuando empezamos a pensar y planificar el Centro Cívico —después de varios acuerdos entre las cuatro instituciones, por los terrenos—.

¿Qué es lo destacable del Centro Cívico?

La integración de las artes plásticas; es decir, la pintura, la escultura y la arquitectura, pero eso no era nada nuevo, ya los antiguos, incluidos los mayas en Bonampak, tenían murales completos. De manera que en el Centro Cívico lo que queríamos era que se viera agradable.

¿Cuál fue su participación en el diseño de la Usac?

Las autoridades de la Universidad pensaron construir una ciudad universitaria, porque las facultades estaban regadas por todo el centro de la ciudad. El doctor Carlos Martínez Durán nos llamó —a Aycinena, a Montes y a mí—. Para llevar a cabo la planificación, hubo varios problemas; en primer lugar, el de siempre del país, es decir, no contar con estadísticas. Lo mismo sucedió con la Usac. En ese tiempo tenía cinco mil estudiantes, por lo que se pensó que la Universidad debería planificarse para 20 mil, cifras sacadas de la buena intención, sin una base que marcara el crecimiento.

Al igual que en el Centro Cívico, nuestra tendencia fue nacionalista en el sentido de usar la mano de obra y el colorido nuestro, y los materiales en lo posible, por eso se pueden observar reminiscencias mayas. 

¿Qué opina del crecimiento de la capital?

Hay cierta anarquía, sobre todo por el uso del automóvil, que si bien ha ofrecido grandes ventajas, también ha ocasionado grandes problemas. Por ejemplo, la integración del área de la carretera a El Salvador es muy difícil, por lo que, posiblemente, deberían planificarse centros cívicos en otros lados. Todo esto sucede a pesar de que hubo personas futuristas que hace muchos años previeron estas situaciones, entre ellas Raúl Aguilar Batres y Aycinena.

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