Revista D

Apología de la vecindad

El Chavo del Ocho  encarna el estilo de vida de la sociedad popular urbana.

El programa aún se transmite en varios países de América. (Foto: Archivo)

El programa aún se transmite en varios países de América. (Foto: Archivo)

A Guatemala le cabe el  honor de ser el primer país en el cual  se transmitió El Chavo del Ocho fuera de México. Este emblemático programa de la televisión mexicana conquistó el corazón de millones de televidentes en la mayoría de países hispanoamericanos. Se calcula que en 1975 fue visto por más de 350 millones de telespectadores de  Hispanoamérica. Aún hoy, después de la muerte de su creador, se transmite en más de 20 países, como parte de la programación regular de los canales. Ha permanecido en el aire por más de 40 años

¿En qué radica el éxito de El Chavo del Ocho? Desde sus inicios, el programa fue duramente criticado por el uso recurrente de la violencia y por la apología de la estupidez, como mecanismos para mover a la risa. A pesar de ello, en Guatemala continúa siendo uno de los  más vistos y sus bromas se han introducido en el imaginario colectivo hasta formar parte de la cultura popular guatemalteca.

El retrato de los pobres

Cada uno de los programas parece ser un retrato fiel de lo que ocurre en los estratos populares de la población. La vecindad, que sirve como escenario para estas historias, es todavía hoy común en ciudades como Guatemala. En colonias y barrios marginales de la capital y cabeceras departamentales  es frecuente encontrarse con “vecindades” parecidas (salvando las distancias), en las que grupos de vecinos comparten algunos de los servicios básicos.

La vecindad de El Chavo, entonces, encarna el estilo de vida de los estratos populares urbanos de nuestros países. El televidente suele identificar a los personajes como surgidos de la realidad más inmediata. Con ello se logra un golpe de efecto sociológico: el público asume las vivencias planteadas como parte de la cotidianidad y viceversa: acepta  que la realidad es así como la retrata el programa. Eso significa que, de modo sutil, por medio de este  se informa a los espectadores acerca de cómo debe concebir su propio mundo.

En primer lugar, resalta la desintegración familiar. Los personajes pertenecen a este tipo de familias: doña Florinda es viuda y tiene un hijo. De don Ramón nunca se explica sus antecedentes, pero es un padre soltero. La bruja del 71, vive sola, al igual que Jaimito, el cartero. Nunca se sabe nada de la familia del señor Barriga, aunque también tiene un hijo, aparentemente único. Se proyecta, entonces, una visión de familia desintegrada y se le asume como algo normal.

El segundo  es el  la improductividad. Solo el profesor Jirafales parece tener un empleo, lo que lo convierte en un ser sociológicamente superior. doña Florinda vive de la renta que le produce su viudez (su esposo, papá de Quico, era un marinero que murió en uno de sus viajes). Don Ramón es un desempleado crónico que busca trabajo con el ferviente deseo de no encontrarlo. De La bruja del 71 no se sabe.

En todos los programas se hace una apoteosis de la violencia. En cada uno  se observan escenas en las que es previsible, natural y  espontánea,  que pone fin a algunos conflictos. El Chavo y Quico  siempre son víctimas de don Ramón; este es víctima de los azotes de doña Florinda. Se caracterizan diferentes formas de violencia. Generalmente, los golpes de don Ramón tienen una justificación en una acción mala de los niños. De alguna manera, se proyecta la idea de que es permisible pegar a los menores  cuando “cometen una falta”.

En cambio, los golpes de doña Florinda son siempre presentados como injustos e inmerecidos. Es decir, la violencia de la mujer hacia el hombre no se justifica; la del adulto hacia los niños, sí. Pero hay un elemento más preocupante en el plano ético: cada uso de la fuerza bruta y física es acompañado por carcajadas pregrabadas y hasta aplausos. Al presentarlas como escenas cómicas se envuelve esos actos en un velo de placer y risa, con lo cual se legitima y hasta promueve el uso de la violencia como algo gratificante.

Otro antivalor reiterado es el de la mentira. Los personajes suelen ser tramposos; consiguen lo que se proponen gracias a su “ingenio” para engañar, manipular, mentir. Por medio de la llamada “estética de la ternura” se envuelve la trampa en una aureola de ingenuidad que justifica cualquier acción inmoral. Es decir, la lástima y la ternura consiguen presentar el engaño como un mal necesario dentro de una sociedad decadente y sin muchas expectativas.

Dentro de ese contexto, la caracterización de los personajes femeninos y los masculinos repite y consagra los esquemas más tradicionales heredados de la sociedad patriarcal. Es clara la personificación de doña Florinda como la mujer mala, clasista, violenta e injusta. El mote de La bruja del 71 es presentado como producto  de  la inocencia de los niños. Es, por lo tanto, visto  como parte de una idiosincrasia casi natural, legitimado por la ternura que los niños proyectan.

Desde esa misma visión patriarcal, se presenta la ilusión máxima de las mujeres como el conseguir el amor de los hombres. doña Florinda y doña Cleotilde viven eternamente enamoradas. La primera transforma todo su ser dominante cuando ve al profesor Jirafales. La segunda, cocina y da regalos a don Ramón para conquistar su amor. Incluso, en varios capítulos, la misma Chilindrina adopta ese papel, al estar enamorada de El Chavo.

Todo ello, en el marco de una pobreza crónica y sin salida. La vecindad del El Chavo parece estar ajena a las penurias de los estratos populares. Los personajes se las ingenian siempre para sobrevivir e incluso apoyarse en su propia miseria. Viven una situación de pobreza  a la cual se han acostumbrado y que no enjuician. Los papeles están perfectamente establecidos y ninguno de ellos aspira a salir de su condición. El personaje de don Ramón es el más prototípico y se le presenta como la encarnación del típico pobre urbano. Un ser sin aspiraciones propias y cuyo único fin es sobrevivir en su condición de desempleado.

En consecuencia, se presenta al pobre como un ser conformista y tramposo: subsiste solo gracias a sus engaños pero no aspira a mejorar su condición. Es más, en el contexto más general de la serie, la pobreza es vista como un mal menor. Incluso se plantea a estos personajes como los más felices. Se transmite el mensaje de que la población puede ser feliz en y a pesar de su pobreza. El personaje “rico”,  el señor Barriga es visto  como víctima de la violencia de los pobres: el Chavo lo recibe siempre con un golpe; don Ramón lo engaña siempre y le debe a perpetuidad 14 meses de renta. Pero él es bueno y se compadece. Es más, generalmente, le perdona uno o dos meses de renta  con tal de preservar la armonía del vecindario.

 

 *Semiólogo

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