Revista D

La integración está en el arte

El profesor argentino Fernando Feliu-Moggi enseña Literatura Hispana en la Universidad de Colorado Springs, Estados Unidos. Tiene una maestría en Comunicación por la Southern Illinois University y otra en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Pittsburgh. Es candidato a un doctorado en Filosofía por la misma institución.

Feliu Moggi estudió bajo la tutela del gran asturianista Gerald Martin.

Feliu Moggi estudió bajo la tutela del gran asturianista Gerald Martin.

Es un reconocido estudioso de la obra de Miguel Ángel Asturias, tarea a la que ha dedicado gran parte de su vida. Sus investigaciones y publicaciones se enfocan en la cultura y producción literaria de Latinoamérica. También trabaja análisis críticos de literatura nacional, por lo que visita a menudo el país para recopilar publicaciones recientes de distintos autores e impartir charlas especializadas en las universidades.

En esta ocasión comenta desde su perspectiva el desarrollo del arte en Guatemala.

¿Cuál es su análisis sobre el mundo artístico nacional?

Hay una apertura de la visión de la cultura, y se está convirtiendo en algo más popular. Es una transformación que provoca un movimiento que lleva el arte a la calle, no es exclusivo del mundo académico. Eso no significa que el proceso no se deba tutelar, porque el poder económico podría manipularlo.

Leyendo los editoriales y columnas publicados en los medios escritos, sobre el juicio de Ríos Montt, por ejemplo, me conmocionó encontrar discursos que ya no se dicen en otros países. La crisis del 2008 demostró las falacias del discurso liberal. Sin embargo, en las páginas de los periódicos guatemaltecos siguen vigentes y con fuerza.

¿Cree que cambió la propuesta literaria del país después del conflicto armado?

 Guatemala siempre ha visto en la literatura un espacio necesario para la expresión de su propia concepción de cultura. Hoy parece dispuesta a nuevos tipos de comunicación,  pues vemos a poetas que también son cineastas o artistas visuales que superan la parte artesanal de la creación e integran las ciencias sociales con éxito. Esto denota una renovación del espacio cultural, contribuyendo a la creación de conciencia social.

Entonces, ¿se ha superado la etapa de posguerra?

 Los poetas no hablan de una generación de posguerra, sino de un bloque que genera cultura. Se identifica ese fenómeno más aún desde el espacio de la integración étnica. Lo tradicional o académico fue catalogar el arte indígena desde teorías generadas fuera del país, asociadas con la cooperación internacional e instituciones parecidas, y fue un elemento importante en aquel momento, pero ahora puede verse que estos grupos también han tomado la palabra y se manifiestan con voz propia.

¿Este proceso proviene de los acuerdos de paz?

Más que de ello, considero que el juicio de Ríos Montt permitió que esas visiones privadas fueran discutidas en la calle, permitiendo un diálogo social.

Pero la impresión que me queda es que las estructuras del país no han cambiado de forma radical, a pesar del discurso democrático. A pesar de los cambios en beneficio de la sociedad civil, hay espacios políticos que todavía se enfocan en una visión más que todo económica de postura tradicional.

¿Se terminó el indígena mágico?

Lo que se hacía antes se basaba en la importación de nociones exotizantes, algo que debía ser desplegado como la cola de un pavo real, pero la culturalidad que sale de los espacios étnicos debe asumirse desde una voz genuina, y ha surgido una voz más clara, que rebasa los términos como funciona la cultura élite en Guatemala. Una lectura muy distinta a la de generaciones anteriores, pues ya no están tamizadas por la literatura tradicional, como la de Asturias, por ejemplo, quien descubre a los mayas a través del realismo mágico.

Entonces, ¿el artista indígena debería reflejar una identidad distinta?

 Hasta ahora siempre ha existido una diferenciación artificial entre lo ladino y lo indígena. La cultura fue una reflexión de las dinámicas económicas del país, pero se debe asumir que ya dejamos atrás el reconocimiento de la diferencia cultural como punto de partida de una articulación social, tal como Mario Roberto Morales lo propone en el libro La articulación de las diferencias. Lo que pasa ahora es que la diferencia es un hecho individual, no se trata de pensar en que la cultura indígena o ladina debe unirse para que el país mejore; no, es solo aceptar que la diferencia es personal, y que debemos vivir con ello para que cada uno se integre al arte a partir de sus propias motivaciones.

¿Qué pasa con los artistas reconocidos del ámbito indígena?

Veo a gente que ya no es tan joven, pero establecida artísticamente, que mantienen frescura y entusiasmo en sus propuestas. Eso contribuye a crear una nueva dirección, pues hace 20 años podría decirse que era un impulso juvenil. Sin embargo, hoy continúa.

¿Por ejemplo?

El trabajo de Sam Colop con la traducción del Popol Vuh representa, precisamente, la unión académica y la voz auténtica, porque viene de la fuente original. La recuperación de lo propio desde lo propio, y no desde parámetros externos. También en las artes visuales, como la pintura de Comalapa, que está desarrollándose desde la década de 1930. Hay pintores que ya incorporan elementos que actualizan su obra hasta la cotidianidad. Así que se percibe la transformación que pasa de ser una oferta para los turistas a algo que transmite ideas más originales.

¿Dónde quedan las tendencias contemporáneas?

Artistas como Benvenuto Chavajay adaptan las teorías del arte contemporáneo y conceptual a su trabajo, y están recibiendo reconocimientos internacionales. Y aunque sean modelos foráneos, son vehículos que fomentan la expresión individual hablando en nombre propio, lo que permite comunicar en otro tono el discurso identitario que solo con el tiempo se podrá clasificar.

¿Lo anterior entra en conflicto con la Academia?

Las formas tradicionales, tanto académicas como artísticas, son fosilizantes. Con las nuevas voces se plasmarán la nueva identidad y los espacios de expresión. Y a medida que nos globalicemos por medio de internet, la transformación se hará más rápida, porque vemos cómo lo han hecho  otras culturas.

Desde Humberto Ak´abal no ha habido otro Premio Nacional de Literatura otorgado a un escritor indígena, ¿por qué?

Las estructuras del Estado siguen siendo formales y se mueven gracias a esa fosilización que mencioné. Hay dinosaurios que constantemente buscan su legitimación a través de los medios oficiales, sin poder abrirse a nada nuevo, y algunas veces son los mismos que participan como jurados en los concursos y no están dispuestos a admitir las propuestas novedosas.

No se trata de que todo vale, o que los jurados deban ser extranjeros, sino que quien ejerza criterio conozca el medio artístico y lo valore. Es que estos espacios nuevos de los que hablo no están diseñados aún para generar un artista indígena, sino una inclusión de tipo horizontal.

¿Dónde queda la integración?

La integración es real cuando todos son bienvenidos y se acepta que presenten lo que saben hacer o les guste hacer, sin importar cuál sea la temática, pues se trata de una comunidad que desea comunicar ideas que son mucho más abiertas que lo acostumbrado.

¿Y el resto de autores?

No deberíamos hablar del underground, porque ya no es tal; ahora es mucho más visible. La proliferación de pequeños espacios de comunicación es una buena medida para denotar la apertura, incluso a escala continental. Por ejemplo, Catafixia, que destaca frente a otras editoriales tradicionales, que difícilmente dan cabida al cambio.

Lo siguiente es legitimar también al escritor independiente, al que tradicionalmente se le cierra la puerta. No hablo del que escribe odas a su madre, sino aquel que produce literatura que merece llegar al público aunque no tenga el formato académico vigente.

 ¿Hacia dónde se debe apuntar?

No podría señalarse un camino, porque no hay forma de direccionar la libre expresión, pues lo único que hace es reflejar el momento que se está viviendo.

Las posibilidades están en desarrollar el tipo de opciones que se abrieron a partir de 1990 gracias a los artistas interdisciplinarios, que vienen practicando el arte como un ejercicio vital más que como una cuestión didáctica.

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