Revista D

Memorias de un soldado anónimo

Un veterano de las Fuerzas Armadas de la Francia Libre recuerda la barbarie nazi.

Toda la correspondencia era censurada por los nazis. (Foto Prensa Libre: Esbin García)<br _mce_bogus="1"/>

Toda la correspondencia era censurada por los nazis. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

La historia marca el 1 de septiembre de 1939 como el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Ese día, Polonia fue invadida por la Alemania nazi de Adolf  Hitler.

Aquel deleznable conflicto armado, que dejó alrededor de 50 millones de muertos, aún está en la memoria de un  veterano  a quien entrevisté  en un café de la Ciudad de Guatemala.

El soldado anónimo —le  llamaré así, ya que insistió  en que no se  mencione su nombre— es mexicano, de padres franceses de origen judío. Tiene 90 años, pero se mantiene bastante activo. “Tengo suerte de estar con vida”, dice.

Expansión de Hitler

Invadir Polonia no fue suficiente para los nazis. Siguieron con su marcha en varios países hasta que, el  10 de mayo de 1940, ingresaron en Francia, que capituló poco después de un mes.

Desde entonces, “los altos cargos del ejército galo —al mando de Philippe Pétain— quedaron al servicio de los alemanes; se vendieron”, declara el soldado anónimo.

El general francés Charles de Gaulle, desde su exilio en Londres, se declaró en contra del “régimen títere” de su país.

Voluntarios

Ante la situación francesa, De Gaulle organizó la resistencia, que luego tomó el nombre de Fuerzas Armadas de la Francia Libre, y exhortó  a todos los ciudadanos franceses del mundo a unirse para combatir con las tropas aliadas.

El soldado anónimo, quien vivía en México en esa época, acudió a la convocatoria en 1942 —tenía apenas 19 años—. “Muchos de mis familiares fueron enviados a  campos de exterminio. La familia de quien luego sería mi esposa —ya fallecida— también era judía y, por fortuna, pudo escapar de Europa”, cuenta. “Si los voluntarios de origen francés no hacíamos algo, ¿entonces quién?”, expresa.

La convulsa Europa

“Aún me pregunto cómo pudo suceder todo aquello provocado por los nazis”, afirma. “Una persona con piel blanca, negra, amarilla, morena —reflexiona por unos segundos—; todos somos iguales. Somos humanos. Los nazis estaban locos”, añade.

El soldado anónimo llegó a Europa con otros jóvenes como él, dispuestos a liberar a los civiles de la barbarie del Tercer Reich.

“Mire”, me dice, “esta es la dog tag —chapa de identificación— que siempre debíamos llevar con nosotros. Tiene nuestro nombre y otros datos, por si algo nos pasaba”.

El soldado anónimo participó en varias batallas hasta llegar a Argelia, en el norte de África. “Ahí vi al general  De Gaulle, que para mí ha sido uno de los grandes líderes mundiales, junto a Winston Churchill”, afirma.

Desde ese punto, las tropas aliadas zarparon rumbo a Saint-Tropez, al sureste de Francia, para aliviar la presión en Normandía, donde se desarrollaba la batalla para recuperar a la Europa ocupada por Hitler. “Estuve en el Primer Registro Blindado de Francia, adjuntos al 5o. Ejército de Estados Unidos”, relata.

 El soldado anónimo no brinda detalles de cómo fueron esos momentos. Evita darlos. En cambio, despliega una tela de seda donde está impreso el mapa que le guió durante la guerra.  También muestra fotografías y algunos documentos que reunió de la época y narra de forma breve la vez en que fue herido tras el estallido de una bomba, la cual le dañó  la quijada, mano y espalda. “Los estadounidenses me llevaron a un hospital, me operaron y a los dos días estaba fuera”, agrega.

 “Recuerdo que la gente salía a darnos muestras de cariño cuando lográbamos liberarlos”, indica.

En 1945, luego de finalizado el conflicto, regresó a México, donde se casó. Tiempo después se trasladó a Guatemala.

En este país, en la década de 1980, se formó el grupo Veteranos de las Fuerzas Aliadas de la Segunda Guerra Mundial, del cual es integrante. “Al principio éramos 47, pero creo que hoy solo vivimos siete”, explica.

El soldado anónimo ha colaborado en diferentes actividades filantrópicas. Por ejemplo, ayudó a la población tras el terremoto de 1976 y a crear la línea telefónica 1545, que da apoyo a personas con problemas de drogadicción.

El pasado

“Los nazis acabaron con la vida de seis millones de judíos”, refiere, con la mirada fija. Hoy, algunos de esos alemanes siguen siendo buscados por la justicia internacional. “Ha pasado bastante tiempo, pero no es tarde para que paguen por lo que hicieron”, dice.

“¿Qué pienso de la guerra? Es lo peor que puede pasar. El hombre sigue peleando y no sé por qué”, sentencia.

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