Revista D

El cochero sospechoso

¿Víctima  o  cómplice? El hombre que conducía el carruaje la mañana del atentado contra el Señor Presidente ¿tenía motivos para odiarlo?

Patrocinio Mendoza o Monterroso,  como lo identificaron los diarios de 1930 —muchos años después de su trágico destino—, era el cochero de Manuel Estrada Cabrera,  quien murió en el atentado de 1907, conocido como La Bomba. ¿Fue este individuo  un fiel servidor del presidente o cómplice del ataque?

  Mendoza o Monterroso llegó a la ciudad acompañado de  Eugenio y José María, sus hermanos. Eran agricultores, o  al menos eso es lo que sabía Pedro Flores Gomar cuando escribió una columna en El Imparcial, el 31 de enero de 1930.

Eugenio  era  simpatizante de “los Castillistas”, opositores por naturaleza de Estrada Cabrera. Vivió exilado en El Salvador y murió trágicamente. José María, el menor, fue asistente del general Salvador Toledo, estuvo preso en las mazmorras de San Francisco y cuando fue liberado por los unionistas en 1920 ya era un viejo decrépito.

La única víctima de la explosión de la mañana del 29 de enero de 1907 que intentó acabar con la vida de Estrada Cabrera, fue  el cochero.

“Murió el cochero de Estrada Cabrera soñando que se lanzaba al sacrificio, por libertar a su hermano que llevaba tantos años de una prisión injusta”, escribió Gomar.

Otras crónicas anteriores registradas durante ese mismo mes en El Imparcial, dan cuenta de que cuando se planificó el atentado Enrique Ávila Echeverría y Felipe Prado, dos del grupo de jóvenes profesionales, de familias acomodadas de la fallida conspiración,    decidieron buscar a Patrocinio “Mendizabal”.

Lo encontraron cuando reparaba el coche presidencial en el puente de la Penitenciería. Se ganaron su confianza hasta convencerlo de hacerse cómplice.

“El cochero tenía la creencia de que sería asaltado el Presidente… es lógico suponer que él no habría aceptado jamás, puesto que su vida peligraba con la explosión, como en efecto, fue el único muerto en ella”.

 La mañana del intento, Estrada Cabrera iba a supervisar los trabajos de la maternidad Joaquina acompañado de su hijo Joaquín, de 13 años, quien iba al frente de su padre y luego a petición suya se sentó al lado.

Al enfilar el coche sobre la séptima avenida entre 17 y 18 calle, Patrocinio aminoró la marcha, se inclinó a la derecha y viró violentamente a la izquierda. Luego se produjo la explosión.

Pero, Carlos Alberto Sandoval, autor del libro Leifugados afirma que Patrocinio fue una víctima inocente. Desmiente que los  conspiradores colocaron una línea roja en la pared de una de las casas en donde estaba la dinamita para que él guiara hasta ahí el coche.

Patrocinio, según Sandoval, encontró una carreta atravesada, puesta por los conspiradores, que lo obligó a virar bruscamente.

Con información de la  Hemeroteca Nacional

y la Academia de Geografía e Historia

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