Revista D

¡LLEGÓ JANUCÁ!

Una familia de la comunidad Toiras Jessed  celebra la popular fiesta.

Moderhai sostiene la Torah con una mano y con la otra un cirio para prender la menorah o candelabro. Foto Prensa Libre Alvaro Interiano

Moderhai sostiene la Torah con una mano y con la otra un cirio para prender la menorah o candelabro. Foto Prensa Libre Alvaro Interiano

La  perinola da vueltas, pero no es un juguete común. Tiene cuatro iniciales, N, G, H y S grabadas una en cada cara. Son las  letras de “Nes, Gador Haia, Sham”,  que traducido del hebreo al español significa “un milagro sucedió allá”.

Media docena de los 10 hijos de la familia Goldmann —parte  de la comunidad Toiras Jesed que fueron expulsados de Sololá hace cinco meses y que hoy viven en el antiguo edifico de migración en la capital—,   aplauden cuando son invitados para jugar dreidel, tradicional entre los  judíos  durante el Janucá

Esta  festividad recuerda la victoria de los macabeos sobre los sirios y la  dedicación del segundo templo de Jerusalén cerca de 165 a.C. También  rememora el milagro del candelabro, que ardió durante ocho días  con una mínima cantidad de aceite, por eso esta celebración dura ocho días.

Uriel

Este es el  séptimo día de Janucá. Uriel aparece en el umbral. Es el rabino. Va vestido con su traje ceremonial; medias negras,  pantalón a media pierna  y un shtreimel —sombrero de piel que lucen los  ultraortodoxos casados— durante el sabath y las festividades.

 Nació en Israel y migró a Estados Unidos. Vino a Guatemala hace siete meses.

“El origen de la festividad de Janucá se encuentra en los libros de Macabeos que cuentan la rebelión de los judíos contra Antioco IV Epífanes, quien fue rey de Siria de 175 a 164 antes de Cristo”, explica.

Antíoco  organizó una expedición a Jerusalén, impidió a los judíos seguir sus costumbres, profanó el templo que habían construido y ordenó elevar un altar a Zeus, sacrificar cerdos y prohibió la circuncisión hasta que un grupo de ellos se negó a seguir las órdenes.

Moderhai

Moderhai, el menor de los varones sigue a su padre y a sus hermanos mayores al recitar la Torah. Durante el ritual se recuerda los milagros ocurridos a sus antepasados hebreos. El pequeño se inclina hacia adelante y hacia atrás; emula el movimiento de  una llama encendida cuyo cuerpo es la vela. También es una forma de darle cumplimiento a una de sus leyes que ordena que el cuerpo en conjunto debe alabar al creador.

Al igual que otros niños de edad pre escolar, además de  matemática y lenguaje, estudia la Torah y aprende hebreo antiguo  en la  escuela instalada en el último piso  del vetusto edificio.

  Mientras completan el ciclo escolar hasta estar preparados para asumir como maestros, aprenderán 613 mandamientos.

Moderhai es el primero en encender uno de los cuatro menorah o candelabros de nueve velas. En esta festividad la cantidad de candelabros que se utilice dependerá del número de varones integrantes de la familia.

Las velas son colocadas de derecha a izquierda pero encendidas de izquierda a derecha. Irán sumando una por día hasta completar las ocho, para prenderlas se utiliza un sirio llamado  shamash.

   Es el turno de  Yoel, el segundo  de los varones Goldmann.  Al igual que sus hermanos y todo miembro que haya cumplido los tres años, usa peyot —dos rizos laterales que no cortará a lo largo de su vida, siguiendo la prohibición bíblica de seccionar con navaja ciertas áreas del cabello y la barba cuando la tenga—. También usa  el  kipá —gorro ritual de color negro—.  Los hombres usan además un sombrero también de color negro.

 Nissim el hijo mayor,  antecede a su padre Uriel en el ritual. Los cuatro menorah dan una luz tenue a la pequeña habitación.

No son candelabros de nueve brazos como los que se acostumbran. En medio de tanta precariedad, las velas son encendidas en tablitas con hoyos y colocadas sobre cajas de tomates forradas con papel laminado.

En el  piso de unos cien metros,  las ventanas fueron cubiertas con plástico negro. Duermen hacinados en viejas camas.   Cuando llegaron   ni siquiera habían duchas.

En el edificio viven unas 200 personas. Otras familias se instalaron en apartamentos de una construcción vecina.

 Las gradas de acceso  están casi en penumbra y  divididas por una cortina que señala el camino a hombres y mujeres. Ellos deben subir y bajar siempre a la derecha y ellas a la izquierda. El contacto físico no está permitido, solamente entre esposos o personas del mismo sexo. 

Kroina

 Entre los judíos los hay  asquenazi de origen europeo y sefardies (españoles) o descendientes de judíos portugueses.

   Kroina, que quiere decir corona en hebreo, tiene todos los rasgos de una  asquenazi. Sus ojos verde grisáceos se conjugan con una nariz rectilínea. Es blanca como la nieve y su tez resalta aún más con la vestimenta de color negro.

 Las mujeres usan faldas o vestidos hasta el tobillo, medias negras; las blusas les cubre hasta el cuello. Sobre la cabeza llevan pañuelos llamados tichel que tapan su cabello, el cual únicamente puede ser visto por los integrantes de su familia.

 Kroina  muestran la perinola del dreidel que colorearon  ese día en la escuela. Luego ayuda a Liva, su madre, a repartir sufganiá, que es una especie de dona rellena de mermelada, la cual fríen en aceite de oliva.

Son también tradicionales los latkes o buñuelos de papa.

La mayoría de los hombres se dedican al comercio.

Doscientos galones de leche son entregados cada semana a las familias. El ordeño es supervisado por los mismos judíos para que se respete el sistema  kosher – el sistema de control de calidad según las normas judías-.   

  Jaim

Uriel se coloca sobre las piernas a su nieto  Jaim, cuyo nombre en hebreo significa  “la vida” .

 “¡Cuánta vida hay en un átomo, un universo completo que Dios creó con un propósito”, dice Uriel mientras Jaim , uno de sus dos nietos guatemaltecos, nacido en este nuevo exilio empieza a quedarse dormido.

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