Escenario

Carta de una madre a su hija de 15 años

Cuando una madre tiene una niña, se la imagina de rosa: en color, en delicadeza y hasta en vestimenta; sin embargo, con el tiempo uno va aprendiendo que Dios pinta en colores y formas diferentes a cada hija o hijo.

Tú me has demostrado eso, que tienes muchos colores bellos y que llevas dentro tu propio color. Me has enseñado la construcción de la originalidad en la vida, me has enseñado a ser mamá a ser amiga, a ser compañera de camino.

Hoy, que cumples tus 15 años, quiero darle gracias a Dios, por la vida, y porque me ha dado la oportunidad de acompañarte, de apoyarte y de mostrarte algunos caminos. Te confieso que muchas fueron las veces que sentí que este día nunca llegaría, y mira.

Sé que no puedo vivir la vida por ti, ni me gustaría hacerlo, porque cada ser humano tiene una misión especial a la cual ha sido llamado.

Sigue siendo noble y buena, sigue responsable con tu vida y con todos los riesgos que asumas, sigue encontrando muy dentro de ti la intuición, la razón y el sentido común para vivir.

Escucha siempre a tu corazón y lo que te pide; sigue tus sueños, lucha por todo aquello que crees; arriésgate, lánzate, y, si es necesario juégate la vida, porque al final, se debe vivir con valor, con coraje, con pasión.

Nunca te tornes cobarde ante las adversidades ni problemas, ni huyas de ellos. Recuerda que estamos llamados a evolucionar humanamente y a perfeccionarnos en el amor, por eso ama. Ama todo lo que haces, ama este universo maravilloso donde Dios nos ha puesto y quiere que florezcamos.

Que tu corazón no conozca nunca la envidia, el rencor, la hipocresía, la deslealtad, porque son sentimientos inferiores, reservados para los mediocres. Nunca pases la factura de tus derrotas y falta de realizaciones a quienes te rodean, porque eso te hará antipática, te hará una mujer amargada e infeliz y te hará descargar en los otros la responsabilidad que solo te corresponde a ti. Reconcíliate al final de cada día contigo misma. Ámate. Recuerda que se necesita realmente poco para vivir, y mucho te hace falta por estudiar, por trabajar, por conquistar y descubrir, pero cuidado, nada nos llega gratis. La felicidad no es una meta, ni hay fórmula para encontrarla, porque se construye día a día. Y esta es la vida, de muchos caminos, opciones, elecciones, buenas y malas, alguna lección nos dejan.

Sé que no soy una madre perfecta; algunas veces soy un poco loca y un poco cuerda, pero te quiero agradecer también por aceptarme y amarme así. Quiero que sepas que mientras Dios me permita la vida, seguiré a tu lado, respetaré tus decisiones y no te pediré que actúes contra tu voluntad, pero sobre todo quiero que sepas, que siempre te amaré.

Firma: La Mami

ESCRITO POR: