Vida

Agradezco a Dios por la vida

Amigo, hemos tenido una buena comunicación después de la publicación de su carta. Eso es bueno, porque se le da al caso un seguimiento importante y, a la vez, se completa toda la información requerida.

Ahora, también voy a responder este nuevo mensaje suyo donde me dice: Rina, hoy al leer su artículo, en Prensa Libre, me he quedado sin palabras y mi ser se ha estremecido. ¡Qué bien se siente el cariño y el aprecio! Cuánto bien hace el don del amor que Dios nos ha dado para compartirlo con los demás.

Mientras leía el texto, me impactaba el hecho de poder estar frente a una historia humana tan bella. He podido encontrar en esa historia  una luz que me anuncia una buena noticia: Que Dios existe, que Dios nos ama y que nos quiere felices… Y es que es comprensible que la felicidad se logra  cuando nos amamos a nosotros mismos como Dios nos ama, y en esa medida estamos capacitados para amar a los demás, con obras.

Prosigue: Qué bueno es Dios. Recuerde que estoy para servirle. Quizá venga o no la ayuda que le solicité, pero lo importante es nunca rendirnos. Siempre debemos vislumbrar un mejor futuro para nosotros (as) y para nuestra Guatemala, que más que un lugar geográfico es un ser vivo que agoniza, pero que podemos devolver a la vida la oportunidad de crecer en las crisis.

Sí amigo, desde el inicio, yo creí en la veracidad de su historia y tuve la suerte de recibir muy buena información de dos docentes de la Facultad de Teología de la Universidad Landívar que reconocen su dedicación, su inteligencia y los loables proyectos con que sueña: El de Teología,  que estudia la existencia y la esencia de Dios, en el que se está graduando, y el de Filosofía, que está iniciando, con muchísimo esfuerzo y sacrificio.

Aún no reúne el valor de la inscripción y precisamente ese fue su llamado de ayuda a los lectores.

Tengo que ser sincera. Las respuestas fueron muy pocas. Es cierto. Las personas se conmueven más por otras situaciones y entiende menos esta clase de necesidad, que también son tan humanas. Pero a mí, en lo personal, me interesan mucho las cosas de Dios y las necesidades del alma. Admiro a los hombres y mujeres que dedican su vida y su talento a estas disciplinas que son tan profundas, como la Teología y la Filosofía. Son pocos los escogidos; quien las profesa son seres virtuosos que viven en la austeridad.

Pero gracias a Dios  recibí el ofrecimiento de un honorable guatemalteco que valora la importancia de estos estudios y,  por lo tanto, comprende  que a estos estudiantes privilegiados hay que apoyarlos. Porque no todo en la vida tiene que inclinarse a las finanzas, a la economía, a las ciencias médicas y demás estudios tecnológicos. Entonces,  ¿qué le esperaría al mundo y a  la humanidad?

De ahí, que mucho ánimo y resiliencia  a todas las personas que Dios ha dado este talento y esa pasión por estas doctrinas, que examinan y analizan las cosas en su esencia.

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