Internacional

|

Suscriptores

Estrategias de gobernadores republicanos dañan a población migrante

Miles de migrantes han llegado en autobuses enviados por los gobernadores de Texas y Arizona, y muchos han terminado en refugios para personas sin hogar y en las calles.

|

Tiendas de campaña de personas sin alojamiento en McPherson Square en Washington, el 31 de julio de 2022. (Foto Prensa Libre: Amanda Andrade-Rhoades/The New York Times)

Tiendas de campaña de personas sin alojamiento en McPherson Square en Washington, el 31 de julio de 2022. (Foto Prensa Libre: Amanda Andrade-Rhoades/The New York Times)

Lever Alejos no tenía dinero ni opciones cuando llegó al sur de Texas el mes pasado tras un arduo viaje desde Venezuela que culminó cuando cruzó el río Grande con el agua hasta la barbilla. La Patrulla Fronteriza lo arrestó rápidamente y, al ser liberado, le ofrecieron dos opciones: un viaje en autobús de US$50 a San Antonio o un viaje gratuito en autobús a Washington D. C., pagado por el estado de Texas.

“Quería ir a San Antonio, pero me había quedado sin dinero”, afirmó Alejos, de 28 años, quien no tiene familia en Estados Unidos. “Así que me subí al autobús rumbo a Washington”.

Pocos días después, llegó a la capital del país, en un autobús repleto de inmigrantes agotados. Pasó la primera noche en la plaza frente a Union Station, pero después encontró una cama en Central Union Mission, donde espera quedarse hasta que pueda solicitar asilo, obtener un permiso de trabajo y conseguir un empleo, un proceso que podría durar meses.

Esta táctica política de los gobernadores de Texas y Arizona para deshacerse de los problemas causados por los niveles récord de migración en la frontera está comenzando a tener efecto en Washington, ya que los cientos de migrantes que llegan cada semana en los autobuses pagados por los gobernadores están superando cada vez más la capacidad de la capital de proporcionar alimento y vivienda de emergencia.

Sin dinero ni familia que los reciba, los migrantes están abrumando las organizaciones sin fines de lucro y otros grupos voluntarios por los derechos de los inmigrantes, y muchos terminan en refugios para personas en situación de calle o en las bancas de los parques. En un día reciente llegaron cinco autobuses y arrojaron a las calles cercanas al Capitolio a hombres jóvenes y familias que no tenían a dónde ir.

Desde abril, Texas ha enviado a más de seis mil 200 migrantes a la capital de la nación, y Arizona ha despachado 1000 migrantes adicionales desde mayo. La afluencia ha llevado a Muriel E. Bowser, alcaldesa demócrata de Washington, a pedirle al Departamento de Defensa que envíe a la Guardia Nacional. La solicitud ha enfurecido a las organizaciones que han estado ayudando a los inmigrantes sin ningún apoyo de la ciudad.

La gran mayoría de quienes están en esos autobuses son venezolanos que huyeron de su país asolado por la crisis. Muchos también han estado llegando a Nueva York, a menudo a través de Washington. Eric Adams, alcalde de la ciudad de Nueva York, anunció el 1.º de agosto medidas de emergencia para que la ciudad construya rápidamente refugios adicionales. El alcalde, también demócrata, afirmó que la ciudad había recibido cuatro mil solicitantes de asilo desde mayo, lo que impulsó un crecimiento del 10 por ciento en la población de las personas en situación de calle. Se estima que llegan cien personas cada día.

El gobernador Greg Abbott de Texas y el gobernador Doug Ducey de Arizona, ambos republicanos, culpan al presidente Joe Biden por el número récord de migrantes que cruzan la frontera sur.

Las ciudades a lo largo de la frontera en Texas y Arizona se han visto abrumadas en ocasiones por un aumento en los cruces fronterizos no autorizados que alcanzó su punto máximo bajo el gobierno de Biden, el cual ha tratado de eliminar algunas de las crueles restricciones fronterizas impuestas por el expresidente Donald Trump.

Si bien miles de migrantes han sido expulsados de inmediato bajo una orden sanitaria relacionada con la pandemia conocida como Título 42, a miles más se les permite el ingreso al país para presentar solicitudes de asilo porque no pueden ser devueltos a México o a sus propios países.

Los funcionarios estatales de Texas y Arizona han estado contactando a muchos de los inmigrantes tras su liberación de la custodia de la Patrulla Fronteriza de EE. UU. para ofrecerles viajes gratis en autobús a Washington en un intento por obligar al gobierno federal a asumir la responsabilidad de lo que, según ellos, es un sistema migratorio fallido.

Al llegar a sus destinos, los migrantes pueden permanecer en el país durante meses o incluso años mientras luchan contra sus casos de deportación en los tribunales. Se les permite trabajar mientras tramitan sus solicitudes de asilo.

La situación se ha agudizado en las últimas semanas con la llegada de muchos venezolanos, quienes no pueden ser expulsados bajo el Título 42 porque México no los acepta y su propio gobierno no tiene un acuerdo con EE. UU. para aceptar vuelos de deportación. Además, y a diferencia de la mayoría de los migrantes de México y América Central que tienen familiares y amigos en EE .UU., los venezolanos suelen llegar sin dinero y sin ningún lugar a dónde ir.

La Patrulla Fronteriza encontró 110 mil 467 venezolanos a lo largo de la frontera sur en los primeros nueve meses de este año fiscal, un gran incremento en comparación con los 47 mil 408 de todo el año fiscal 2021. En general, los cruces no autorizados han disminuido con la llegada de las altas temperaturas veraniegas.

La situación ha generado dimes y diretes con los alcaldes demócratas de la costa este en las últimas semanas. En la más reciente andanada, el 1.º de julio, Abbott les envió una carta a los alcaldes Adams y Bowser, invitándolos a recorrer la “grave situación” en la frontera con México.

“Su interés reciente en esta crisis histórica y evitable es un acontecimiento bien recibido, especialmente dado que el presidente y su gobierno no han mostrado ningún remordimiento por sus acciones ni deseo de abordar la situación”, escribió Abbott.

Fabien Levy, secretario de prensa del alcalde de Nueva York, declaró: “En lugar de una sesión de fotos en la frontera, esperamos que el gobernador Abbott concentre su energía y recursos en brindar apoyo y recursos a los solicitantes de asilo en Texas como lo hemos venido haciendo con mucho esfuerzo en la ciudad de Nueva York”.

El gobernador de Texas y los alcaldes están de acuerdo en un punto: los tres le están solicitando al gobierno federal que actúe.

“La crisis migratoria que enfrenta nuestra ciudad y nuestro país gracias a los crueles juegos políticos de los gobernadores de Texas y Arizona debe abordarse a nivel federal”, escribió Bowser en una carta a los funcionarios de la Casa Blanca.

Sobre la solicitud de un centro de procesamiento en la Armería de D. C. y el despliegue de la Guardia Nacional, Bowser afirmó que la cantidad de migrantes había llegado a un “punto de inflexión” que había “superado” la capacidad del distrito para gestionarlos.

La solicitud de Bowser provocó el reproche de los defensores de los inmigrantes, quienes afirmaron que la alcaldesa había ignorado las repetidas solicitudes de espacios para refugio, un centro de descanso y pruebas rápidas de coronavirus para los inmigrantes, entre otras cosas.

“Lo último que queremos es una respuesta militarizada a una crisis humanitaria”, afirmó Andrea Scherff, una de las principales organizadoras de Migrant Solidarity Mutual Aid Network, una coalición de grupos de base.

Scherff, quien recordó que Washington es una ciudad santuario para inmigrantes, afirmó: “Debemos satisfacer las necesidades de vivienda de todos”.

Hace algunas noches, los migrantes que llegaron en tres autobuses fueron recibidos por voluntarios y personal de SAMU First Response, una organización de ayuda internacional que ha recibido algunos fondos de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias y que comenzó a operar en Washington a finales de junio.

A los migrantes se les dio agua, pizza y barras de granola, y a algunos se les proporcionó boletos para que continuaran su viaje. Ya en la madrugada, la mayoría se había acomodado para pasar la noche en el piso de mármol de la sala este de Union Station. Otros, de autobuses anteriores, se vieron obligados a dormir en las calles. Eso generó una escena inusual: de un lado de la plaza, estadounidenses en situación de calle; en el otro, inmigrantes con sus escasas pertenencias esparcidas por el suelo, todo a la vista del Capitolio.

Muchos venezolanos han afirmado que hicieron el viaje a EE. UU. porque creían que las puertas del país estaban abiertas.

“Vimos por TikTok que la gente estaba ingresando con facilidad a EE. UU. ”, afirmó Yennifer Ortiz, quien hizo el viaje con su pareja, Luis Moreno, y su hija Sofía, de 5 años.

Su viaje a EE. UU. duró 45 días, incluidos nueve días en los que atravesaron la peligrosa jungla en la frontera entre Colombia y Panamá, conocida como el tapón de Darién, contó Moreno.

Cuando llegaron a Texas, no tenían dinero y con gusto abordaron un autobús gratuito a Washington. “Nos dijeron que aquí habría gente que nos recibiría y ayudaría”, contó Ortiz.

Cuando su autobús llegó alrededor de las 8 a. m. hace pocos días, los voluntarios los dirigieron a un centro de descanso administrado por una iglesia, donde se bañaron y recibieron una muda de ropa limpia. Pasaron su primera noche en unos bancos de un parque, y desde entonces han estado quedándose en diferentes casas de estadounidenses, afirmaron.

Juan Rojas, de 22 años, contó que cuando llegó con un amigo a Washington, fueron enviados a un refugio de la ciudad que albergaba principalmente a estadounidenses, en el que sintieron hostilidad.

“Los tipos allí nos gritaban cosas, y no les entendíamos ni una sola palabra”, contó. “Era evidente que no nos querían allí”. Los amigos se fueron de allí tras dos noches y estuvieron una semana durmiendo en la calle, afirmó.

Rojas contó que en los últimos días habían sido recibidos algunas noches en la casa de una “mujer que ayuda a los migrantes” y en otras se habían quedado en hoteles dispuestos por voluntarios. Aseguró que todavía no se había dado por vencido con EE. UU. después de su odisea.

Pero Rojas no se mostró optimista. “En Texas nos dijeron que aquí nos ayudarían con la vivienda, el trabajo y cualquier cosa que necesitáramos”, contó. “Pero todo fue mentira”.