SI ME PERMITE

Admitamos, nos equivocamos

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“Para equivocarme no necesito que Dios me haya dado una facultad destinada particularmente para ese efecto; me equivoco porque el poder que Dios me ha dado para distinguir lo bueno de lo malo”. René Descartes

La vida la vivimos en forma de un proceso y pareciera que encadenamos un eslabón tras otro y nos damos a conocer por los que nos rodean. En ese modo de vivir nunca faltan acciones que reflejan nuestras equivocaciones y lo ideal sería que nosotros nos diéramos cuenta antes que los demás y hacer algo para enmendarlo, pero no siempre pasa así, al punto de que otros nos informan o nos corrigen y en nosotros está el oírlos y tomar medidas o bien seguir en nuestro modo de ser.

Lo irónico de nuestro medio es que es muy fácil observar y notar las equivocaciones de los que nos rodean, y no tanto de lo nuestro. Lo peor es juzgar a los demás en sus equivocaciones antes de comprender que no sería difícil que lo hiciéramos nosotros de la misma manera, y cuando lo hacemos tenemos una infinidad de justificaciones del porqué de nuestra equivocación, cuando no medimos al prójimo con la misma vara.

Más aún cuando enfrentamos a alguien que se ha equivocado, somos muy exigentes para que la persona enmiende su equivocación y que lo haga sin mayor comentario, cuando la realidad se revierte y somos nosotros los que nos hemos equivocado, sí queremos que se nos comprenda, se nos apoye y que sean de lo más comprensivos. La verdad de la vida es que debemos tratar al prójimo como queremos que otros nos traten a nosotros, y si tomamos en cuenta esto (la manera de salir de nuestra equivocación es entendiendo que somos ayudados en nuestras equivocaciones y en su tiempo también nosotros lo hacemos con los demás), tendríamos un grupo solidario de amigos que nos acompañarían en el proceso, así como nosotros los acompañamos a ellos.

Si solamente pensáramos qué difícil sería vivir en una sociedad de gente perfecta y que nosotros no podamos medirnos a la talla de ellos. Lo bueno es que no existe tal sociedad de perfectos, pero sí debemos avanzar y mejorar nuestro modo de vivir para que no repitamos nuestras equivocaciones, no ocultarlas y presumir que a nosotros nunca nos ha pasado cosa semejante. No hay frase más agradable para oír que “te comprendo, no tengas pena, a cualquiera le puede pasar”, y después de eso tener el apoyo para corregir el camino recorrido y mirando atrás uno lo ve como una experiencia vivida y también una experiencia de la que se ha aprendido para toda la vida.

Cuando buscamos un círculo de amigos o compañeros para interrelacionarnos, deberíamos evaluar cómo manejarían ellos mis equivocaciones y yo las de ellos también. En nuestras equivocaciones no es sano peregrinar solos, porque posiblemente antes de corregirlas podemos crear mayores problemas que nos afecten por el resto de la vida.

Cuántas veces, cuando hemos sabido de algunos que toman decisiones equivocadas, la frase más frecuente es: “pobrecito, está mal aconsejado y la gente que le rodea poco o nada le están ayudando”. Es fatal que lo digan de mí o usted en algún momento dado. Para ello uno tiene que planificar, para que eso no suceda. La mejor manera es evaluando muy seriamente con quiénes nos hacemos rodear y cuánta libertad les damos para que puedan opinar y ayudarnos. Si hacemos así, el resultado de nuestro modo de vivir y proceder lo hará más que evidente y para bien.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.