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Volcán de Pacaya: “Lo que sea que vayan a decidir lo tienen que hacer ya”

Los flujos de lava del volcán Pacaya han recorrido más de 3 mil 500 metros de longitud y, aunque lento, cada vez se van acercando más a las comunidades de El Rodeo y El Patrocinio.

Vista aérea hoy desde un dron que muestra personas alrededor de uno de los ríos de lava causados por el volcán de Pacaya, el 13 de abril de 2021 desde la aldea El Patrocinio de San Vicente Pacaya. (Foto Prensa Libre: EFE)

Vista aérea hoy desde un dron que muestra personas alrededor de uno de los ríos de lava causados por el volcán de Pacaya, el 13 de abril de 2021 desde la aldea El Patrocinio de San Vicente Pacaya. (Foto Prensa Libre: EFE)

El Volcán de Pacaya ha tenido una actividad intermitente durante cientos de años. Antes de la actividad actual, el flujo de lava más grande fue en 1961, explica el vulcanólogo guatemalteco Rudiger Escobar Wolf.

Aunque la actividad actual no es inusual, la emergencia radica en que están en riesgo las dos comunidades más cercanas al volcán y, a decir de Escobar Wolf, aunque la lava fluye lento y pareciera dar tiempo a las autoridades para que decidan qué hacer, el tiempo se acaba.

Escobar Wolf es investigador por la Universidad Tecnológica de Michigan y está apoyando a los técnicos de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) y el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh).

—¿Cómo podemos explicar el comportamiento del Volcán de Pacaya?

—El Pacaya ha tenido periodos de actividad que muchas veces duran varias décadas y periodos de inactividad que también pueden durar décadas o más de cien años. Fue en 1961 la última vez que el volcán había tenido tanta actividad, con una serie de erupciones, y el flujo más grande de lava ocurrió ese año cuando destruyó una finca, desde esa época continuó en actividad con baja intensidad, fumarolas y flujos atractivos para los turistas.


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La cuestión con Pacaya y con cualquier volcán es que la actividad varía mucho en el tiempo, hay periodos de relativa quietud y con baja intensidad, pero de repente puede ser interrumpida con una actividad más intensa. El último ejemplo de una actividad realmente intensa fue en mayo de 2010, esa erupción que vino acompañada con la tormenta Agatha fue mucho más intensa de lo que hemos visto en las últimas semanas. Lo que está sucediendo ahora es que el Pacaya está con periodos de actividad alta pero todavía no ha llegado a donde podría llegar. La fase más intensa comenzó en febrero, aunque desde el año pasado hemos visto que los flujos de lava estaban avanzando más.

—Qué puede ser más preocupante ¿Una actividad explosiva como en el 2010 o los flujos de lava que siguen avanzando?

—Lo que sucede es que la actividad explosiva había sido un problema hasta hace un par de semanas. Ahora el problema son los flujos de lava que salen por una fisura que se formó en el flanco oeste del volcán, lo inusual de esto es la cantidad de emisión de lava que es muy alta.

Cuando los flujos tienen una tasa de emisión baja, no llegan muy lejos, pero estos, rápido se salieron donde normalmente habían permanecido. Estos flujos comenzaron a llegar tan lejos que empezaron a quemar vegetación como cafetales, aguacatales y bosque, porque se salieron del área que ya estaba marcada por flujos anteriores. Desde el 30 de marzo, estos flujos se empezaron a encaminar hacia las comunidades de El Patrocinio y El Rodeo.

Las dos comunidades están protegidas de los flujos porque hay colinas, la preocupación ahorita es que el volcán genere más lava, que se reactiven o que se genere uno nuevo y que llegue a las comunidades. Si pasa eso, destruiría lo que encuentre a su paso. Esa es la preocupación, no hay indicios que necesariamente eso vaya a suceder, pero hay una probabilidad que no se puede ignorar. Depende en buena medida de qué tanta lava y qué tan rápido vaya saliendo.

—Algo característico de los volcanes es que no son predecibles ¿Cómo prepararnos ante esto?

—Hay mucha incertidumbre y aquí es muy difícil de predecir, aunque hay ciertas herramientas que nos pueden decir por dónde se puede ir la lava. De hecho, con el Insivumeh y Conred he estado platicando y les he enseñado estas herramientas que nos dan una idea general, pero hay mucha incertidumbre y ¿qué hacer con eso en la toma de decisiones? Algo que es importante es que cuando estemos tratando de evaluar el riesgo con la incertidumbre es valorar cuáles pueden ser los escenarios críticos. Hay que evaluar esas situaciones y tener algún plan o alternativa. Una de las cosas que se están tratando de hacer es construir barreras como bordas para detener estos flujos.

—¿Es posible detener la lava con bardas?

—En teoría pueden funcionar, pero dependen de dos cosas. Primero de qué tanta lava esté expulsando el volcán y qué tan rápido se esté moviendo. Lo segundo es la capacidad que se tenga de construir esas barreras. Si se ponen 50 retroexcavadoras y 100 camiones de volteo se puede hacer algo muy distinto que si solo son dos retroexcavadoras.

Quizá hay una buena intención de hacer esto, pero hay que tener expectativas realistas. Ahorita el volcán está generando un flujo de lava muy lento, ahí si se le hace una barrera chiquita tal vez si ayuda, pero si se reactivan hay que invertir muchísimos más recursos. Con el volcán Etna, en Italia, se ha hecho eso con cierto grado de éxito, pero sí es una gran cantidad de recursos, además de ingenieros y mecanistas, pero lo hicieron para salvar cierta infraestructura que ellos consideraban muy valiosa. Pero en el caso de lo que he visto con Pacaya son muy pocas máquinas, no es una inversión muy grande. Lo que nos preocupa es que no sabemos cuándo los flujos puedan reactivarse e ir más rápido. Además, existe todavía la preocupación de que se pueda dar una explosión similar a la del 2010.

—¿Cuál sería el escenario más crítico?

—Que llegue a las comunidades sin hacer nada. Se pueden construir las bardas, pero si se acerca mucho más el flujo ya no se tendrá espacio para construir las barreras. Ahorita la decisión es si van a invertir Q20 millones para construir esas barreras, hay que mandar unas 10 retroexcavadoras trabajando noche y día por un par de semanas.

Con Etna, algunas de estas barreras se hicieron en el 83, de ahí en el 94 y después en el 2001, tenían alrededor de 10 metros de altura con una base de otros 10 metros de ancho y una longitud de varios cientos de metros. Las que yo he visto en Guatemala, según imágenes, son barreras mucho más chiquitas y angostas, de dos o tres metros de altura, de hecho, algunos de los flujos de lava ya les están pasando encima.}

Si realmente se quisiera hacer una barrea para un flujo mucho mayor, se deben invertir recursos. Si eso no es una opción, porque no hay recursos o no se quieren poner, lo único que se puede hacer es evacuar a las comunidades. Obviamente esto salva vidas humanas, que es lo más importante, pero aun así queda el impacto enorme de las comunidades de perder sus casas y esto crearía una situación difícil, el gobierno tendría que conseguirles donde vivir y eso implica también una cantidad de recursos. Así que aquí hay que hacer el cálculo de riesgo beneficio y probablemente lo que la mayoría de las personas está esperando, incluso las autoridades, es que el volcán deje de hacer erupción y que el flujo de lava pare, y puede suceder, pero puede que tampoco no.

Hay mucha incertidumbre, así que idealmente hay que pensar a largo plazo los escenarios más críticos, no solo los más probables. Si van a poner bordas, hay que hacerlo ya.

—¿Cree que Guatemala tiene la capacidad de construir estas enormes barreras?

—Si la Conred decidiera que esta es una emergencia a nivel nacional porque hay muchas personas en riesgo, no dudo que puedan poner los recursos, pero esa es una decisión política.  La Conred tiene un fondo de emergencia y en caso de una situación grave los puede usar. En teoría, ellos podrían coordinar con el ministerio de Comunicaciones o buscar maquinaria disponible con el sector privado.

—¿Cuánto tiempo debe estar inactivo el volcán para declarar la emergencia resulta?

—Eso es difícil de responder, pero en el caso de los flujos de lava, afortunadamente no se pueden mantener activos de forma indefinida. Estos flujos son roca fundida y esa roca va perdiendo calor y se va solidificando, entonces mientras más tiempo pasa, más se solidifica el flujo y menos probable es que se siga moviendo. Aquí el tiempo está jugando a nuestro favor, porque si pasa mucho tiempo ese flujo de lava no va a ir a ningún lado.

El problema es por cuánto tiempo, porque un flujo se puede mantener activo por varias semanas, si de aquí a uno o dos meses no se ha movido, ahí me sentiría mucho más tranquilo. Pero no hay garantía que eso suceda, porque puede ser que los flujos se calmen, pero que de aquí a dos meses haya una actividad explosiva; por eso el Insivumeh y la Conred, al menos en este momento y en los próximos meses, no deberán quitarle el ojo al volcán y mantener un nivel alto de monitoreo y eso requiere recursos.

Yo conozco a los técnicos del Insivumeh y la mayoría son personas muy dedicadas y entregadas al trabajo, pero no son quienes toman decisiones y tienen muy pocos recursos para trabajar. El Insivumeh ha sido de las instituciones relegadas y cuando les dan recursos, estos se pierden en la corrupción.

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