Sentadas a solo un metro de distancia de Felipe Solano Barrillas, alias el Teniente David, las hermanas escucharon que al menos 19 de las 22 víctimas murieron estranguladas.
Tenían marcas de cuerdas en sus cuellos, y además a varios de los masacrados también les causaron heridas en los genitales, punzocortantes en el tórax y fracturas de huesos, “presuntamente hechas en vida”, reveló Jorge Destarac, médico forense que declaró en audiencia.
Horacio Taj Taj, padre de Juana y María, sufrió una contusión mortal de ocho centímetros en la frente, detalló el médico en su declaración.
Solano es el único exguerrillero acusado de haber dirigido y participado en la masacre. El juicio es el primero que se efectúa en contra de un miembro de la exguerrilla, por una masacre perpetrada durante el conflicto armado interno, ocurrida entre el 22 y 25 de noviembre de 1988, cuando el grupo de 10 guerrilleros estranguló y asesinó a 22 hombres, tras acusarlos de haber colaborado con el Ejército.
Según la investigación del Ministerio Público, la masacre sucedió cuando Carlos Humberto Guerra Callejas, a quien el Ejército había nombrado comisionado militar de la zona, se perdió en una montaña cuando pastoreaba sus vacas.
Guerra fue capturado por el grupo guerrillero y asesinado. Luego de su desaparición, 20 personas —entre amigos y familiares— salieron en su búsqueda, pero también fueron detenidos y eliminados.
Viudas de los fallecidos, algunas de las cuales se espera que testifiquen en el Tribunal, habían indicado que Guerra había encontrado una bolsa que contenía ropa, víveres y enseres que robó a la guerrilla, y que por eso lo mataron.
En audiencias anteriores, excompañeros de Solano lo han señalado como el responsable de la masacre.