
Esa situación causa ruidos que alcanzan más de cien decibeles (dB) y rebasan la capacidad auditiva que soporta el ser humano, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el nivel de exposición al ruido debe ser entre 50 y 60 dB durante el día.
La OMS recomienda que el nivel más alto permisible de exposición al ruido en el lugar de trabajo sea de 85 dB durante un máximo de ocho horas al día; y en lugares que están expuestos a niveles de más ruido —superior a los cien dB— deben reducir la exposición a un máximo de 15 minutos.
Ese organismo establece que un paso representa a 10 dB y el viento que choca con los árboles alcanza hasta 20; mientras que los niveles altos se ejemplifican con una motocicleta, cuyo escape alcanza hasta cien, el despegue de un avión, 150, y una explosión, hasta 180. De acuerdo con el portal Salud Auditiva, los ruidos arriba de 150 dB pueden ocasionar el estallido del tímpano.
Ejemplos claros
Chimaltenango es un reflejo de ciudades afectadas por el bullicio, lo mismo que la Ciudad de Quetzaltenango; Antigua Guatemala, Sacatepéquez; Panajachel, Sololá, y Puerto San José, Escuintla, donde los vecinos están expuestos a sufrir daños irreversibles en el aparato auditivo, según expertos.
El Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) en el 2015 reportó que en los últimos cinco años, a escala nacional recibieron 755 quejas por ruidos en zonas urbanas, pero no hay ninguna persecución penal, pues no se cuenta con un marco regulatorio unificado sobre emisión de sonido. Tampoco hay estudios de impacto ambiental.
Daños irreversibles
En Chimaltenango la situación tiene efectos en las personas, como lo confirma Javier Caná, comerciante del mercado local, que hace uso de un aparato auditivo, porque debido al ruido quedó sordo.
“Ir al mercado me causa constantes dolores de cabeza por el ruido. Acudo a ese lugar por necesidad, pero luego paso semanas con migraña. Deben regular los sonidos en esta ciudad”, dijo María Ventura, vecina del lugar.
Diversos sectores de Chimaltenango consideran que el bullicio que generan los autobuses, comercios, talleres e iglesias obedece a la falta de un reglamento.
Otto Chacón, psicólogo del Área de Salud del departamento, señaló que el ruido puede ocasionar daños al aparato auditivo, migraña y estrés en algunas personas.
“Hay personas que no soportan el bullicio, porque el tímpano es muy sensible a sonidos altos”, dijo.
Agregó que otra consecuencia es el cambio drástico en el comportamiento de algunas personas, más cuando tienen un temperamento colérico, pues con facilidad pierden la paciencia.
Teófilo Hernández, síndico de Chimaltenango, afirmó que el Juzgado de Asuntos Municipales ha recibido unas 15 denuncias por ruido este año, y en el 2015, unas 40.
Desconsuelo en Xela
En Xelajú, la exposición a niveles sonoros dañinos en lugares de ocio como clubes nocturnos y bares tiene consecuencias devastadoras para la salud física y mental; incluso en la conservación de la arquitectura del lugar, según fuentes consultadas.
Leonel Estrada, técnico del MARN en Quetzaltenango, explicó que en lo que va del año han recibido 15 denuncias por exceso de ruido.
“Hemos hecho mediciones en Xelajú, principalmente en la terminal Minerva, y el ruido a causa de bocinas del transporte extraurbano oscila entre 75 y 90 dB”, informó Estrada.
“Tratamos de hacer controles para contrarrestar el problema y los negocios que no colaboran son sancionados con multas de entre Q5 mil a Q10 mil, pero el problema aumenta porque no hay una normativa municipal que extienda licencias para emisión de sonidos”, agregó.
Para Otto Juárez, director de la Oficina Municipal del Centro Histórico, los ruidos dañan los edificios de la ciudad. “Los sonidos altos producen microsismos que provocan daños en las estructuras”, afirmó.
“La contaminación auditiva genera un impacto negativo en el Centro Histórico y ocasiona que muchos de los vecinos se muden a otros lugares, y como consecuencia se pierde la identidad de la ciudad y se deteriora la imagen urbana”, añadió.
Miriam Barrios, presidenta del Colegio de Psicólogos de la región de occidente, manifestó que la contaminación auditiva es un problema serio en Xela, debido a la ansiedad y estrés que causa. “Las personas no duermen bien y por lo tanto no descansan, por la gran cantidad de sonidos a los que están expuestos durante el día, lo que repercute en la concentración durante la noche”, refirió.
Agregó que cuando las personas escuchan los “bocinazos” su sistema nervioso se altera, lo que provoca dolores de cabeza y actitudes violentas; además, ocasiona una tendencia a replicar la acción.
Antigua sin tranquilidad
La irresponsabilidad de los propietarios de algunos comercios ha robado la tranquilidad de vecinos de Antigua Guatemala, Sacatepéquez, debido al descontrol que impera, principalmente en bares y discotecas, que sobrepasan los decibeles establecidos en el Reglamento de Sonido de la ciudad colonial.
Eugenia Contreras, concejal tercera, argumentó que poseen un reglamento obsoleto que fue sometido a una modificación, pero que se encuentra en la etapa de evaluación por parte del departamento jurídico de la municipalidad.
Otto García, presidente de la Cámara de Comercio Filial Sacatepéquez, explicó que los problemas principales son la irresponsabilidad de algunos propietarios de negocios que se exceden con el sonido, y la falta de autoridad para ordenar esos comercios.
Desde el 1 de octubre del 2009, en el centro histórico de Antigua Guatemala pilotos de todo tipo de vehículos tienen prohibido bocinar, pues la Municipalidad los multa con Q200.
La comuna estableció ese cobro amparada en el artículo 51 del Reglamento de Tránsito que señala: “Queda prohibido producir sonidos o ruidos estridentes, exagerados o innecesarios que sobrepasen, por más de tres segundos, los límites establecidos por norma en el Manual de Especificaciones Técnicas de Equipo y de Pesos y Dimensiones, por medio de los propios vehículos, escapes, bocinas u otros aditamentos, especialmente en áreas residenciales y hospitales, y de noche”.
Áreas sin control
Panajachel, Sololá; Mazatenango, Suchitepéquez; la cabecera de Retalhuleu y Escuintla también atraviesan una serie de problemas a causa del bullicio.
Diego Armando Matzar, asistente jurídico del Juzgado de Asuntos Municipales de Panajachel, refirió que la comuna no cuenta con un reglamento para moderar los sonidos en los negocios; sin embargo, mantienen contacto con propietarios de discotecas y bares para que moderen el volumen de sus aparatos.
En la cabecera de Retalhuleu, vecinos de clubes nocturnos critican el bullicio en horas de la noche y madrugada, ya que en la calle denominada zona roja hay al menos 10 prostíbulos, donde todos los días se registran desórdenes.
Abraham Rivera, alcalde de Escuintla, dijo que comenzaron a trabajar en la regularización del uso de bocinas, con el fin de que se utilicen, pero con volumen moderado.
Pobladores de varios departamentos coinciden en que es necesario hacer conciencia a los comerciantes, quienes por lo general colocan bocinas de gran tamaño en las entradas de sus negocios para promocionar sus productos.
Por José Rosales, María José Longo, Renato Melgar, Édgar René Sáenz, Omar Méndez, Rolando Miranda y Melvin Sandoval