Era un país que poco se asemeja al de ahora en cuanto al territorio, pero muy similar en cuanto a controversias políticas y sociales.
Si de futbol se habla, son innumerables los titulares y portadas que desde aquel entonces retratan una historia que ha marcado a los guatemaltecos apasionados por el balompié.
Como los presidentes del país han cumplido mandatos, así también técnicos deportivos han desfilado por la Selección Nacional. La casualidad es que, cada cuatro años, con una nueva ilusión, los aficionados creen que es el momento para leer la crónica que periodistas deportivos anhelan escribir.
Después de su afiliación a la Fifa en 1946, Guatemala se ha presentado a 15 eliminatorias y competido en dos. En la mayoría de esos eventos, desde la eliminatoria rumbo a Suecia 1958 hasta Rusia 2018, la selección nacional ha caído en la primera fase.
Otras veces, como en Argentina 1978, Italia 1990 o Alemania 2006, se llegó a una hexagonal o pentagonal que es lo más cerca que se ha estado de participar en una copa del mundo.
En 1967, cuando Julio César Méndez Montenegro lideró el gobierno, llegó ese triunfo que ahora es un tesoro, el título de Norceca, con Rubén Amorín y sus pilares Julio Rodolfo Nixon García, Alberto López Oliva, Jorge Roldán y Marco Antonio Fion, pero no fue un mundial. Un año antes se celebró Inglaterra 1966, la Sele no jugó la clasificación porque se inscribió fuera de tiempo.
Si nos adelantamos en la cronología, sí hay momentos de alegría. No por una añorada clasificación, pero sí por la adrenalina de jugar la hexagonal de Concacaf. Ramón ‘el Primitivo’ Maradiaga era el entrenador y Óscar Berger el mandatario del país. Los guatemaltecos creyentes y enamorados del futbol tenían fe en que era el momento.
Guatemala eliminó a Surinam, compartió grupo con Canadá, Honduras y Costa Rica; salió vivo y directo a esa fase que no se ha vuelto a alcanzar. El país se volcó en apoyo, disfrutó y sufrió. Fue la última jornada la que destruyó el sueño de grandes y chicos. Con calculadora en mano, la Azul y Blanco le ganó 3-1 a Costa Rica y deseó que México impusiera su jerarquía contra Trinidad y Tobago, pero no sucedió (2-1).
Ese proceso, que comandaba el entrenador hondureño, y del cual fueron parte Miguel Klée, Selvin Ponciano, Pablo Melgar, Ángel Sanabria, Julio Girón, Gonzalo Romero, Fredy Thompson, Freddy García, Mario Acevedo y Carlos Ruiz, entre otros, tuvo ese trágico final una vez más.
La historia continuó. A veces con la misma euforia, otras no. Rumbo a Sudáfrica y con Benjamín Monterroso como estratega, la Selección Nacional dijo adiós en la segunda fase. Una derrota 2-0 frente a Estados Unidos en Denver hizo regresar a casa a un combinado que contaba con Ricardo Jerez, Guillermo Ramírez, Jean Márquez y Marvin Ávila, por mencionar algunos.
Y llegó la eliminatoria para Brasil 2014 y el cuadragésimo octavo presidente de la República, Otto Pérez Molina, estaba en el poder. Otra cita mundialista frustrada, la penúltima hasta hoy. Lo que siguió para Guatemala, como país, fue el régimen de Jimmy Morales y en el terreno de juego, Rusia 2018 como objetivo, sin un final distinto.
Lo que siguió fue algo demoledor. El 28 de octubre del 2016 la Fifa castigó al deporte más popular del país porque la Asamblea del Futbol Nacional no aprobó la ampliación del mandato del Comité de Regularización, tras el FifaGate y la implicación en el caso de Brayan Jiménez, expresidente de la Fedefut.
Casi cuatro años después de ese suceso, Guatemala no se ha cansado de creer en el futbol y de luchar por un país mejor. En una realidad diferente por la pandemia del coronavirus. Con Alejandro Giammattei en el poder y con otra eliminatoria a la vista: Qatar 2022.
En el 2020, Amarini Villatoro es el entrenador y está por escribir, junto a sus elegidos, otro capítulo de esta historia con tintes de tragedia, cual obra de Esquilo, Sófocles o Eurípides, creadores de las más grandes tragedias griegas.