Pero mañana termina esa pesadilla que no solo sufrieron él, su familia y amigos, sino también los aficionados que desean volver a ver jugar al capitán albo y de la Selección Nacional.
El resultado positivo lo dejó un año sin poder pisar el césped y derrochar talento, pero le abrió las puertas para disfrutar otras cosas que no había podido vivir a plenitud, como compartir más con su familia.
“Hubo dos momentos muy duros: ver a mi esposa —Ángela— llorar cuando supo la noticia y despedirme de mis compañeros en el camerino. Fue muy difícil porque siempre me he cuidado, pero me tocó vivir por lo que ya muchos han pasado”, refiere ‘el Moyo’ Contreras, y asegura que nunca pensó en el retiro.
Después de ese trago amargo y esos momentos de impotencia, José Manuel se dedicó a cuidarse físicamente, a llevar una rutina estricta de ejercicios y alimentación para tener un buen regreso, ese que tanto anhela. Solo el covid-19 evitó que el 10 pudiera jugar una hipotética semifinal con los cremas.
El día que podía regresar a los entrenamientos —16 de marzo— se suspendió el futbol y por ello todavía no podrá ponerse el brazalete y saltar al terreno de juego, sino esperar que se controle el coronavirus en el país para estar listo y enfrentar el torneo Apertura 2020.
“Me había tocado estar cerca de compañeros que regresaban y lo hacían de gran manera. Me imaginaba muchas cosas de cómo sería volver, pero ahora todo será distinto, llegaremos en las mismas condiciones”, reconoce.
Una de las principales lecciones que le dejó la suspensión fue valorar cada momento en el futbol.
“Hay que disfrutar cada momento, los partidos, los entrenamientos, las concentraciones, todo, porque ahora extraño esas cosas”, comenta.
Estado óptimo
José Manuel Contreras se ha caracterizado por su cuidado personal, y en esta época no dejó de hacerlo; al contrario, ha trabajado con tres preparadores físicos en distintos momentos, para mantenerse en forma.
Desde hace dos meses su rutina cambió y ya no solo es trabajo de gimnasio, sino más específico, pues lo dirige el preparador físico de los cremas, el uruguayo Matías Buzo, con quien todos los días se conecta por las mañanas —de lunes a sábado— para llevar el mismo entrenamiento de sus compañeros.
También hace trabajo cardiovascular por las tardes. “Cuando termine esto creo que no querré volver a ver una banda”, dice entre risas, ya que además de usarla entre semana, los sábados hace 10 kilómetros.
Su esposa, que es personal trainer, ha sido clave en cuidar cada detalle para mantenerse bien. Juntos comenzaron un programa alimenticio de ocho semanas que terminará justo cuando arranquen los albos la pretemporada, si el coronavirus lo permite.
El tiempo de volver llegó, pero mientras tanto comparte con sus dos hijos, Luciana y Martín, su motivación y deseo de regresar al terreno de juego.
“Luciana ahora disfrutará más el futbol y me podré hacer la foto con los cremas con Martín. Será muy lindo volver a jugar un partido”, confiesa emocionado, mientras sonríe y dice: “Primero Dios será un buen regreso”, y así será, todo se ha confabulado para que el 10 vuelva y el deporte lo recompense por un año lleno de enseñanzas.