La pregunta parece en principio jalada de los pelos y de muy fácil respuesta: la especialidad de Darwin es claramente la biología, mientras que el foco de estudio de Smith son las leyes que rigen la economía.
Sin embargo, para Robert H. Frank, profesor de economía de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, y autor de “The Darwin Economy: Liberty, Competition and the Common Good” (La economía de Darwin: libertad, competencia y el bien común), la manera en que Darwin entiende la competencia permite hacer una descripción de la realidad económica mucho más precisa que la que ofrece Smith.
Si bien Smith estaba en lo cierto al notar los beneficios de la competencia, señala Frank, Darwin fue un paso más allá al mostrar que, a veces, la competencia puede generar beneficios para el individuo pero a expensas del grupo.
Individuo versus grupo
La teoría de la “mano invisible” propuesta por Smith dice que, cuando la gente se comporta guiada por su propio interés, se obtienen resultados beneficiosos para la toda la sociedad.
Esta metáfora describe la forma en la que el libre mercado se regula a sí mismo sin intervenciones externas.
Pero Darwin, argumenta Frank, vio con muchísima más claridad la relación general entre la búsqueda del beneficio propio y el bienestar grupal.
Para ilustrar la visión de Darwin, Frank utiliza como ejemplo el tamaño desproporcionado de las astas de los ciervos
“Este es un rasgo que evolucionó para darle una ventaja reproductiva a animales individuales, pero cuya presencia acabó siendo una desventaja para un grupo más grande de los mismos animales”, le explica Frank a la BBC.
Estos animales se aparean con la mayor cantidad de hembras que pueden. Para lograrlo deben pelear con otros machos, y cuanto más grandes son sus cuernos, más posibilidades tienen de ganar la pelea.
“Por esta razón, la mutación que codifica un tamaño mayor de las astas fue rápidamente seleccionada por la evolución, y hoy día estos animales tienen astas de más de 1,2 metros y pesan cerca de 18 kilos”, señala el economista.
“Pero ahora imagínate a un animal con semejante apéndice en la cabeza siendo perseguido por zorros en una zona boscosa. Será muy fácil que lo rodeen y lo maten”.
Este proceso de selección natural le da ventaja a los ciervos con astas más grandes sobre otros ciervos. Sin embargo, las astas grandes son una desventaja cuando los ciervos son las presas.
Es decir, lo que es beneficioso desde un punto de vista individual es contrario a los intereses del grupo.
Paralelos
Lo interesante que propone Darwin, afirma Frank, es que a veces el interés individual coincide con el interés grupal, pero con frecuencia no.
“Cuando hay un conflicto, el interés individual es el que suele triunfar por encima de los intereses del grupo”.
“En el caso de los cuernos, lo que resultó ineficiente es que este rasgo evolucionó no para competir con el medioambiente sino para que los ciervos compitan entre sí”.
En el mundo de los negocios, dice Frank, “gran parte de la competencia entre las empresas y entre los consumidores es contra nosotros mismos”.
“Si no pudiésemos hacer nada, aprovecharíamos los beneficios de la competencia. Pero siempre hay pequeños cambios e incentivos para alejar los recursos de las actividades que no generan beneficios”.
La única solución a los problemas individuales es actuar de forma colectiva, opina Frank.
Llegar a un acuerdo o dejar que una autoridad externa intervenga para imponer una solución que beneficie a todos.
Según Frank, la aceptación acrítica por parte de los discípulos de Smith de la metáfora de la mano invisible es lo que ha minado los esfuerzos regulatorios para conciliar el conflicto entre los intereses individuales y grupales en décadas recientes, y eso nos ha causado un daño considerable.
Mejor hubiese sido, dice, prestarle más atención a Darwin.