La práctica del coffee break permitía a los trabajadores un momento de relajación con un estímulo de cafeína, lo cual se convirtió en algo común en las oficinas, fábricas y hogares, por lo que la frase llegó a formar parte del lenguaje popular anglosajón.
El párrafo anterior se encuentra en la página 181 del libro que Regina Wagner escribió, titulado Historia del Café en Guatemala. Villegas Editores de Bogotá, Colombia.
Impreso en Japón por Toppan Printing Co. Obra patrocinada por la Asociación Nacional del Café, ANACAFÉ. Papel fino. Tamaño 25 x 30 cm. Noviembre del 2001. 223 páginas. Cuenta con numerosas fotografías antiguas y modernas.
Contenido del libro
El contenido del libro es el siguiente: Presentación. Prefacio. Introducción. Los orígenes del café. Introducción del café en Guatemala. Promoción del cultivo del café en Guatemala 1831-1866.
Primeras exportaciones y comercialización del café de Guatemala 1853-1871. Los pioneros: las primeras plantaciones de café. El ciclo de la producción de café.
Los liberales de 1871 y el fomento de la caficultura. Auge y crisis del café, 1871-1900. La caficultura y los empresarios en Guatemala. De 1897 a la Primera Guerra Mundial.
La caficultura guatemalteca en la década de 1920. Los efectos de la Depresión de 1929 y de la Segunda Guerra Mundial. De 1945 a 1962. De 1962 a 1986. Glosario. Fuentes y Bibliografía. Índice.
Origen del Café
En la introducción, la autora describe el origen del café y su introducción en Guatemala. Se reproducen párrafos de la misma seguidamente: su larga historia se remonta a unos mil años. En el siglo XVI, viajeros europeos descubrieron la exótica y estimulante bebida en el Cercano Oriente y la dieron a conocer a través de sus escritos.
Poco después, el café fue llevado a diferentes lugares de Europa, en donde se le apreció por su sabor y aroma, pero también por sus efectos: mejora la circulación, dilata los vasos del cerebro y estimula las funciones intelectuales y digestivas.
Como tema de estudio, también es apasionante. El café es originario de Etiopía, pero gozó de amplia difusión en Arabia. En árabe se llama “qahwah” y en turco “kahveh”.
Con este nombre se introdujo en Europa, en el siglo XVII, en donde se le conoció como “caffé” en italiano, “café” en francés, “coffee” en inglés, “koffie” en holandés, “kaffee” en alemán y “café” en español.
Su amplio consumo ha desplazado en gran parte al té y al chocolate, bebidas estimulantes, conocidas desde tiempos remotos en China y América, respectivamente.
El cafeto llegó a Latinoamérica en el siglo XVIII, donde pronto se convirtió en un producto agrícola de exportación. En la actualidad, el café se cultiva en cuatro continentes, entre el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio. Siete países de Latinoamérica basan su economía en ese monocultivo, produciendo este continente dos veces más café que el resto del mundo.
En los países ex coloniales, que se especializaron en este cultivo, el café contribuyó a transformar las estructuras económicas, sociales y agrarias.
Se derribaron bosques tropicales, avanzó la frontera agrícola y cambió la fisonomía del paisaje. Se construyeron carreteras, puertos y ferrocarriles, y los gobiernos dictaron disposiciones que favorecieron el cultivo, laboreo y exportación del preciado grano de “oro”.
El resultado fue, sin duda, que el café se convirtió en el motor social del desarrollo, fortaleció las estructuras del Estado liberal del siglo XIX y permitió la inserción de los países neo-coloniales en la economía mundial en expansión.
En Centroamérica, fue primero Costa Rica, en la década de 1840, después Guatemala y El Salvador, en la década de 1870, donde se intensificó el cultivo del café y se convirtió en el principal producto de exportación. En Guatemala la caficultura fue la solución para la decadencia del monocultivo anterior, la cochinilla.