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Esas cifras se basan sólo en las aprehensiones de los servicios aduaneros y no tienen en cuenta ni los bienes falsificados que se consumen en el país en el que se producen ni los productos digitales pirateados distribuidos por internet.
Por eso, los autores del estudio subrayaron que la magnitud del fenómeno y su tendencia ascendente suponen “un riesgo potencial significativo para la propiedad intelectual en una economía basada en el conocimiento abierta y globalizada”.
Más del 50 % de los productos requisados por las aduanas en 2016 procedían de China, aunque tres años antes el porcentaje era superior al 60%.
Pero hay que tener en cuenta que eso no incluye a los que habían salido de Hong Kong, que representaban poco más del 20% en 2013 y casi un 30% tres años después.
Quedan identificados como importantes lugares de tránsito de esos bienes falsificados o pirateados Hong Kong, Singapur y los Emiratos Árabes Unidos.
En términos relativos, lo que más se falsifica es calzado (el 22% del valor de lo aprehendido), ropa (16%), productos de piel (13%), material eléctrico (12%), relojes (7%), equipamiento médico (5%), juguetes (3%), joyas (2 %) y fármacos (2%).
La Unión Europea es uno de los principales destinos, como lo ilustra que representaron un 6.8% de sus importaciones en 2016 por un valor de 121 millones de euros (US$134 millones). En 2013 habían supuesto un 5%.
De todos los bienes requisados por las aduanas, un 24% afectaban a marcas o patentes estadounidenses, un 17% francesas, un 15% italianas, un 11% suizas, un 9% alemanas. A continuación vienen, por importancia, las japonesas, coreanas del sur, británicas, españolas, luxemburguesas, finlandesas y suecas.
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